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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Aplicado el concepto físico de polarizar al campo social, se entiende como la orientación en dos direcciones contrapuestas. Se concentra la fuerza en los extremos y se agudiza la tensión en el centro, que se experimenta próximo a la ruptura. Basta dar una ojeada a la política actual de los Estados Unidos de América o a los países que integran la Unión Europea para darse cuenta de este fenómeno. Uno de los primeros objetivos para conseguir la polarización consiste en dinamitar puentes. Los puentes unen los extremos, facilitan el intercambio, potencian las relaciones, favorecen el diálogo.

En el campo económico, el debilitamiento de las clases medias aboca a la polarización. No obstante, quisiera concentrarme en el campo educativo. En un artículo reciente, Rocío Martínez-Sampere hablaba de «la otra burbuja», refiriéndose a la educación en referencia a la vivienda. En España, afirmaba que las universidades privadas (41) están a punto de alcanzar a las públicas (50). No todas las universidades privadas hay que meterlas en el mismo saco. Unas obedecen a una preocupación altamente educativa, vinculados a instituciones sociales arraigadas, mientras otras son el resultado de fondos (¿buitres?) de inversión que proporcionan sustanciosas ganancias a sus accionistas.

Esta realidad viene favorecida por el trato que reciben los centros no universitarios de enseñanza, de infantil hasta bachillerato. Estos fondos de inversión actúan también en estas etapas educativas, pero jamás firman un concierto. No ganarían dinero y encima se arruinarían poco a poco, como sucede a las escuelas concertadas. Las políticas de las Administraciones Educativas incumplen sistemáticamente sus obligaciones legales de financiación, imposibilitan su sostenibilidad y pretenden reducirla a mínimos insignificantes. Con el ataque a la enseñanza concertada, se agudiza la polarización entre pública i privada no concertada. Ésta última puede prescindir de ser escuela inclusiva y genera una fractura social al no mezclar en el aula la diversidad de la calle. Los partidos presuntamente de izquierda parecen no darse cuenta de que están consiguiendo que impere el modelo social contrario a lo que defienden en sus programas electorales. La educación de iniciativa social opta por el concierto porque quiere llegar también a colectivos vulnerables. Este objetivo está resultando inviable. Se está procediendo a una voladura controlada de los puentes educativos. La polarización es el resultado.

La sociedad catalana tradicionalmente se ha implicado a fondo en la educación. Han surgido en los últimos siglos iniciativas de gran interés. Congregaciones femeninas fomentaron como nadie la educación de la mujer. La complejidad ha funcionado porque los puentes educativos eran transitables. Hoy su voladura está rompiendo las costuras sociales, que han asegurado cohesión y proyecto común. La fórmula actual es sibilina: en vez de una carga de dinamita se prefiere aplicar una asfixia tan permanente como eficaz.

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