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En los pasados años ochenta, un grupo reducido de personas pertenecientes a diversas entidades viajamos a París para entrar en contacto con diversas instituciones relacionadas con los jóvenes y el tiempo libre. Entre las muchas cosas que aporta un viaje de estas características, me llamó la atención ver cómo en la capital francesa se eliminaban las barreras arquitectónicas. El objetivo era evidente: facilitar el acceso y la movilidad a las personas que tenían dificultades físicas o que se movían con su silla de ruedas… Tenía mucho de novedoso para mí. Con el paso de los años, esta sensibilidad se ha generalizado en nuestro país. Todavía quedan obstáculos, pero se ha mejorado mucho. ¿Qué distinto es construir una ciudad para los más aventajados o edificarla para englobar también a los colectivos más vulnerables!

La lucha contra las barreras físicas está dando excelentes resultados. No obstante, en el tiempo actual surgen nuevas barreras: las barreras digitales. Los jóvenes se mueven como pez en el agua en las redes sociales y en las autopistas de internet. Muchas gestiones requieren disponer de un móvil, que tiene usos múltiples: teléfono, radio, correo, cámara fotográfica, video, operaciones bancarias, agencia de viajes, GPS… La tecnología, vivida de manera tan dispar, da pie a la llamada fractura digital, a la brecha digital. Las generaciones mayores encuentran importantes dificultades de moverse en este ámbito y se sienten incapacitadas para realizar gestiones con su móvil o, incluso, con el ordenador. Administraciones públicas, instituciones, empresas, bancos… se vuelven inabordables para la gente mayor. En numerosas ocasiones la cita previa solo puede pedirse por internet. Ya no sirve ni siquiera una llamada telefónica, que sí está a su alcance. Un callejón sin salida. La automatización, que supone un ahorro para las empresas, margina a las personas ancianas, que se encuentran desatendidas, incapaces de navegar por internet. En Sant Cugat se llevó a cabo una manifestación bajo el lema: «No al maltrato digital». A partir de ahí, el periodista Víctor Alexandre publicó un artículo titulado La dictadura digital contra la gente gran. El progreso pone en evidencia el analfabetismo digital e incrementa el colectivo de las personas descartadas. No interesan. Se da más importancia al ahorro que al respeto a los derechos. Atenderlas supone un gasto. En todo caso, se piensa que siempre habrá un nieto o un sobrino que les resuelvan sus problemas. El mundo digital está repleto de posibilidades, pero es un terreno minado donde las trampas están por doquier. Caer en ellas es fácil para la persona inexperta.

El poeta León Felipe escribió: «Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo que importa llegar solo ni pronto sino con todos y a tiempo». Este es el desafío: «con todos y a tiempo». Por ahora, ni una cosa ni otra.

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