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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El británico Simon Sinek pronunció una conferencia hace 15 años en el TED (acrónimo de Tecnología, Entretenimiento, Diseño), organización estadounidense que se centra en ideas dignas de difundir. El título de la charla fue How great leaders inspire action [Cómo los grandes líderes inspiran la acción]». De ahí, en el mismo año 2009 publicó su primer libro donde explicó su idea The Golden Circle [El círculo dorado]. Tres interrogantes en círculos concéntricos, formulados de dentro hacia fuera: ¿por qué?, ¿cómo? y ¿qué? El por qué se centra en el propósito, la finalidad, la motivación. El cómo, en la forma de llevarlo a cabo. El qué resume el resultado, el producto, el servicio.

En la práctica, muchas personas dan más importancia al resultado, al qué. Es lo más visible, lo que se palpa, lo que se ve. También se valora la forma de generar el producto a través del cómo. Cuando alguien no se atreve a descalificar un producto, ataca a la forma para invalidarlo. No obstante, según Sinek, lo nuclear reside en el propósito, en el por qué. Con el paso del tiempo, puedes mantener claramente una finalidad y modificar al mismo tiempo un producto porque han variado las circunstancias o las formas de producirlo. Sinek sostiene que «la gente no compra lo que haces, sino que compra el por qué lo haces». Los auténticos líderes saben distinguir las tres preguntas del círculo dorado y conceden la máxima importancia a la parte central, al propósito, a la finalidad, a la motivación. Esta es la parte que enamora, compromete, implica. La complicidad se gana cuando el liderazgo es capaz de adentrarse en las entrañas del propósito, de la misión.

Un diálogo de dos profetas, Elías y Eliseo, que vivieron unos 800 años antes de Cristo, lo refleja magistralmente. Se encuentra recogido en la Biblia, en el 2 libro de los Reyes, capítulo 2. Elías va a ser arrebatado al cielo por un carro de fuego. Eliseo, su discípulo, no se separa ni un instante de su lado. Al final Elías le pregunta: «Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de que sea arrebatado de tu lado». Eliseo responde: «Hazme heredero de su espíritu». Elías reconoce: «Pides algo muy difícil». Se lo concede siempre que no lo pierda de vista antes de ser arrebatado por el carro de fuego. Lo esencial requiere máxima atención. Cuando el espíritu, el propósito, la misión no están claros, el resto pierde su sentido y se desmorona. Estos son los parámetros para interpretar empresas de gran calibre como también congregaciones religiosas cuando hablan de ser fieles al carisma. Se puede fallar en una obra, pero si no se respeta el propósito inicial se hunde todo lo demás. Esta es la clave de las fundaciones, civiles o canónicas, tan importantes en la dinámica de una sociedad. En el ámbito pastoral ocurre lo mismo. Muchos expertos centran su diálogo en las formas, en los productos, en los servicios… Interesante, para entretener el debate pastoral, pero poco más. Si no está vivo el propósito del evangelio, todas las medidas que se tomen serán puro maquillaje y vana apariencia.

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