Cuando Jesús pasaba, Juan Bautista dijo a sus discípulos: "Mirad, el Cordero de Dios". Los discípulos debían entender el significado de esta frase, mucho más que nosotros.
Los discípulos de Juan debieron pensar que un Cordero de Dios es dulce y humilde de corazón, porque no rompe la caña cascada, ni apagará la mecha que aún humea. Y sin embargo es el que no para hasta sacar el pecado del mundo. Es suave y es fuerte. Además la palabra "Cordero de Dios" les debía sugerir al "Siervo de Dios" que cargaba sobre él todo el sufrimiento del mundo, al "Hijo de Dios", el que tiene una palabra que viene de Dios mismo.
Juan Bautista no se apropia de sus discípulos. Con la lacónica presentación que les hace de Jesús, Juan mismo los conduce hacia el "Maestro" del que se harán discípulos para toda la vida.
Cuando Jesús se da cuenta que lo siguen, les pregunta: "¿Qué buscáis?" Y ellos responden: "Rabbí, ¿dónde vives?". Para Jesús es una pregunta difícil de responder, porque Jesús está y vive con el Padre del cielo, y eso es difícil de explicar: los discípulos no lo entenderían. Lo entenderán más tarde, cuando hayan vivido mucho con él. Entenderán que un día irá a prepararles un lugar "para que también vosotros estéis donde yo estoy" (Juan 14, 3).
Por tanto, Jesús les dice: "Venid y lo veréis".
Ellos fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. ¿Dónde estaba Jesús? ¿Alojado en casa de unos amigos? ¿En una modesta casita? ¿En cualquier rincón de cualquier plaza, ya que "el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (Lucas 9, 58) sino que dormía arropado por su manto como los pobres?
La cuestión es que el Hijo del hombre, que estaba en el cielo, ahora ha entrado en nuestra historia, está contigo y está en mí. ¿Y si intentásemos estar un día entero con Jesús? Es lo que quieren hacer los que se van "de ejercicios espirituales", como lo hizo Ignacio de Loyola. ¿Y si lo hiciéramos un día cualquiera? Ahora lo llaman "ejercicios en la vida". Estando en casa, pero con Jesús, aprendiendo como es: como la Palabra que nos dice Dios. Trabajando, pero con Jesús, con todo el respeto, cariño, acogida y perdón hacia los demás. Acabaremos conociendo Jesús y diciendo, como Andrés le dijo a Pedro su hermano: "Hemos encontrado al Mesías, que quiere decir el Ungido" [por el Espíritu Santo].