(El Senyal / Carles Soler) El Concilio Provincial Tarraconense de 1995 fue un intento noble y sincero de profundizar en los principios doctrinales y en las intuiciones y propuestas pastorales del Concilio Ecuménico Vaticano II, y de aplicarlas en los obispados con sede en Cataluña.
El Vaticano II era el referente. Había que concretar y realizar también aquí el famoso aggiornamento, la intención inicial de Juan XXIII al convocar el Concilio.
Se redactaron 170 resoluciones conciliares, articuladas en cuatro capítulos: anunciar el Evangelio en nuestra sociedad, la Palabra de Dios y los sacramentos en nuestras iglesias, la solicitud hacia los más pobres y marginados, la comunión eclesial y la coordinación interdiocesano de nuestras iglesias ... constituyen un buen compendio de doctrina pastoral con el claro propósito de responder a retos muy ponderados facilitando al mismo tiempo la concreción y los caminos y medios.
Como dice Rovira Belloso, "el CPT, lejos de ser un rosario desligado de 170 afirmaciones, pide el mismo cambio de mentalidad que el Concilio Vaticano II [es decir], una visión a la vez escatológica e histórica de la Iglesia, mediación visible pero transparente del Dios invisible que llama a todos a la santidad, una gran estima de la comunión, la colegialidad y la sinodalidad, que aquí conocemos como corresponsabilidad, y una visión clara de la iglesia local, con sus elementos que la hacen realmente católica: el Evangelio, la Eucaristía, la caridad con los pastores y con los más pobres y marginados, ya que todos ellos constituyen lo esencial católico que hace de la Iglesia comunión de alabanza a Dios "( JM Rovira Belloso. "Del Vaticano II en el Concilio Provincial Tarraconense") (Cf. Res. 2.4.48.76 y 77).
Las delegaciones diocesanas de los respectivos obispados y los diversos secretariados interdiocesanos, que son vías de notable influencia en la actividad pastoral en las diócesis, fueron revisando y adaptando sus estatutos, objetivos y procedimientos a la luz ya la letra de las resoluciones del CPT, después de una seria y diligente reflexión.
Se han redactado los directorios solicitados por el CPT, aunque no todos. Pero sí, los muy importantes, sobre los temas de la parroquia, el arciprestazgo y la iniciación cristiana, han sido promulgados en todos los obispados con sede en Cataluña.
La suerte y el éxito pastoral del CPT no han sido iguales en todo ni simultáneos. Su influencia en la actividad y el estilo pastoral, la disponibilidad a una acción conjunta de los obispados de Cataluña -la deseada y proclamada unidad pastoral, tan ampliamente y bien tratada en el capítulo cuarto de nuestro concilio- está muy ligada a la vigencia efectiva de los principios doctrinales y propuestas pastorales del Vaticano II. Hoy parece que, tras una euforia tal vez excesiva o interpretaciones sesgadas, nos hayamos cansado o quizás se quiera poner freno. Sin embargo, tanto el Concilio ecuménico como nuestroconcilio provincial llevan el sello de autenticidad eclesial. Si corre el aire fresco de las bienaventuranzas y se superan los miedos, si deja de ser imprescindible enseñar el certificado de ortodoxia o la medalla de progresista para circular libremente por todos los caminos de la Iglesia, el cuerpo doctrinal, los objetivos y la estilo pastoral del CPT de 1995 serán muy útiles todavía y se valorará la validez.
Carles Soler i Perdigó, obispo emérito de Girona. Texto publicado en la revista diocesana El Senyal de Girona.