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El capítulo 15 del libro del Eclesiástico comienza (vv. 1-10) señalando las ganancias que se obtienen con la búsqueda de la sabiduría: "Venerando al Señor y siguiendo la Ley se obtiene la sabiduría" (v.1). Siguen unos versículos (7-9) que ponen de manifiesto que los pecadores no verán nunca la sabiduría (v.7). La segunda parte del capítulo (vv. 11-20) explica cómo la opción por el pecado se presenta como una opción contraria a la búsqueda de la sabiduría. De esta segunda puerto leemos unos versículos en la primera lectura de este domingo (Sir 15,15-20).



La cuestión de fondo que origina el texto es la responsabilidad personal del ser humano y su libertad en cuanto a la elección entre el bien o el mal. Algunas religiones enseñan que las malas acciones cometidas por las personas humanas provienen de las influencias de divinidades malas o fuerzas misteriosas negativas y adversas. El texto bíblico procura dejar bien claro (con palabras que no se leen en la lectura litúrgica) que en ningún caso Dios es responsable de los pecados cometidos por los seres humanos, aunque hay algún texto de la escritura hebrea que podría dar a entender que sí, que Dios puede inducir a hacer el mal. En Ex 10,11 es Dios quien endurece el corazón de faraón a fin de no dejar salir a los israelitas de Egipto y en 2 Sa 24 1, Dios induce a David a hacer un censo que resulta ser un pecado (v.10). El Dios de Israel, a diferencia de los dioses de otros pueblos y de fuerzas ocultas, no es responsable de los pecados humanos.



El argumento es que el ser humano está dotado de una libertad que le hace capaz de optar por el camino que conduce a la vida, o el que lleva a la muerte. La doctrina de los dos caminos no es nueva en la Biblia. La encontramos en el libro del Deuteronomio (11,26). La promesa de felicidad o amenazas, según se pongan en práctica o no los preceptos del Señor, expuestas en el capítulo 28, son un claro reflejo de esta doctrina. También se la puede ver en el trasfondo de la propuesta de Josué, hecha a Siquem, a las tribus de Israel: "Si no os satisface tener al Señor por Dios, elegid a qué dioses deseáis adorar" (Js 24,15). La doctrina perdurará en primitivos textos cristianos. El libro de la "Doctrina de los doce apóstoles" (Didakhé) comienza diciendo: "Hay dos caminos, uno de la vida y uno de la muerte y es grande la diferencia entre estos dos caminos" (1,1).



La doctrina de la responsabilidad personal representa un cambio en la forma de pensar de Israel. En su teología clásica es la colectividad de todo el pueblo la que se hace responsable ante Dios de su comportamiento. "Los israelitas ofendían al Señor ... abandonaban al Señor ... Todo esto provocó la indignación con el Señor" dirá el libro de los Jueces (Jue 2,11). Los profetas se quejarán de lo mismo: "Os envío contra una nación infiel, contra un pueblo que me irrita" (Is 10,6) "Mi pueblo me ha abandonado a mí" (Jr 2,13) ​​Será a partir de Ezequiel que irá tomando fuerza la tesis de la responsabilidad personal. "Si el justo deja de hacer el bien y comete el mal morirá por culpa de esto" (Ez 33,18).



¿Qué se gana o qué se pierde con la responsabilidad personal? La responsabilidad colectiva tiene la ventaja de mostrar que hay males en los que todo el mundo tiene un grado mayor o menor de culpa. La responsabilidad personal preserva de diluir la responsabilidad en una nebulosa que no permite saber nunca quién ha sido el que ha generado grandes perjuicios a los indefensos. Por suerte en la escritura hebrea perviven textos en favor de cada uno de los dos enfoques. La presencia de estos textos sirve de base para lograr un equilibrio que no se presenta fácil.



Domingo 6º durante el año 12 de Febrero de 2017

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