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Bermejo Camils
Fotografia: Víctor Rodríguez - CR
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En la calle de Sant Pere més Baix, en el corazón de la Barcelona vieja, hay dos iglesias muy cerca. Una es el Santuario de la Virgen de la Ayuda, donde tienen presencia los Capuchinos y la otra, la iglesia de los Camilos, oficialmente 'Ministros de los enfermos', una orden religiosa fundada en el siglo XVI por San Camilo, protector de los enfermos junto a San Juan de Dios. Hoy, esta orden de raíces italianas cuenta con más de 1.100 religiosos extendidos por todo el mundo. En nuestro país están presentes en el Hospital Sant Camil de Sant Pere de Ribes y en Barcelona, ​​donde está la primera fundación del estado.

Nos acercamos al convento barcelonés, en el número 33 de la calle de Sant Pere més Baix, para conocer una de las órdenes religiosas que a pesar de una antigua presencia en nuestra casa -llegaron en 1662- son bastante desconocidas. Visitamos la casa para conocer sus espacios, la comunidad y su labor los días que el hermano José Carlos Bermejo -el superior provincial y una autoridad en el mundo sanitario y asistencial- comparte unos días fraternos con sus hermanos barceloneses.

El día a día de los camilos 

La comunidad de Barcelona la forman actualmente cuatro religiosos, dos de ellos curas. Los hermanos Manuel Martín y Félix Mendaza son españoles mientras que el padre Mateo Biju es indio y el padre Sena Elysée es beninés. Como otras órdenes y congregaciones, es gracias también a las vocaciones foráneas que los camilos pueden mantener algunas de las comunidades históricas en Europa.

El día comienza con la misa de las 8 de la mañana, abierta al barrio. Seguidamente, la comunidad desayuna conjuntamente y entonces cada religioso lleva a cabo su labor y responsabilidades. Los dos camilos que son curas se marchan a varios hospitales, ya que el Arzobispado les tiene confiada la atención espiritual del Hospital Clínic, de la Clínica Platón, del Hospital Pere Virgili y el de San Rafael, donde atienden a los pacientes que piden un servicio religioso. Por eso disponen de un busca -un aparato que les permite estar disponibles las 24 horas del día- para salir rápidamente si existe cualquier necesidad urgente a altas horas de la noche, principalmente dar la extremaunción. "Esta semana lo busca nos ha avisado un día a la una de la madrugada y no hace muchos días salimos hacia el Clínic a las siete y media de la madrugada", explica uno de los religiosos mientras desayunamos. El padre Elysée, combina su trabajo en los hospitales con la carrera de medicina y reforzará así en un futuro no muy lejano su vocación camiliana de médico y cura.

Una casa históricamente ligada al barrio

Repasando los rincones y estancias de la casa se da cuenta del importante papel que los camilos han jugado hasta hace poco en Sant Pere y Santa Caterina. Durante muchos años tras la iglesia -entrando por la calle Sant Pere mitjà- tenían un dispensario médico para atender a las familias más necesitadas con médicos voluntarios, una atención que coordinaban los religiosos. También gestionaban un servicio de poner en contacto a cuidadores que buscaban trabajo -sobre todo, personas de Perú- con familias del barrio que necesitaban a alguien para cuidar a sus familiares dependientes.  

Pero los frailes también asistían enfermos y moribundos del barrio durante las últimas horas de vida -en aquellos tiempos que la gente moría en casa- por lo que eran conocidos hasta hace poco con el apodo de 'frailes agonizantes' y por el contrario, como 'padres de la buena muerte' por la compañía que hacían a muchos vecinos antes de morir.

Hasta hace pocos años también funcionaba el Club Sant Camil, que fue la pequeña joya de la corona. Se trataba de un centro de jubilados que ubicado en los bajos del convento ofrecía múltiples actividades socioculturales que los religiosos organizaban junto con excursiones y peregrinaciones, evitando así la soledad de los mayores. En las paredes, las fotografías de fiestas, encuentros y viajes lo atestiguan. Hoy, con pocos religiosos y con una realidad sociodemográfica muy distinta al barrio, el club ya no está activo, ya que cerró sus puertas poco antes de la pandemia.

Adaptación social de los espacios

Como el convento era lo suficientemente grande y el número de religiosos ha ido disminuyendo con los años, los camilos decidieron que dos de las plantas del edificio podían acoger a gente sin hogar. De ahí que cedieron una parte del convento a Cáritas Barcelona que gestiona las estancias de dos plantas del edificio y que acogen en la actualidad a una quincena de personas vulnerables. De esta forma comparten escalera y vecindad con los camilos, que viven en la planta superior.

José Carlos Bermejo, una voz de referencia 

En el estado existen actualmente 41 religiosos camilos repartidos en 5 comunidades, una de ellas como delegación en Argentina. El superior de todos ellos es el hermano José Carlos Bermejo, nacido en Tordesillas en 1963 y camil desde 1982. Viendo su agenda web y escuchándolo, uno se da cuenta del bagaje y del papel que desempeña al frente de orden en España. Con la intención de humanizar la salud y siguiendo el lema de Sant Camil 'Más corazón en las manos' dirige en Tres Cantos (Madrid) el gran complejo sociosanitario Sant Camil donde pasan cada año 20.000 personas para formarse y cientos de pacientes, 600 de los cuales viven cada año en los últimos días de su vida en estas instalaciones. 

El centro nació con un objetivo principal, el de establecer una formación para la humanización del cuidado sanitario partiendo del carisma camiliano: cuidar y enseñar a cuidar contando la Bonanova de Jesús, especialmente con los enfermos. Por este motivo las enseñanzas se basan en cuidados paliativos, luto, ética y bioética, ofreciendo diferentes cursos, seis posgrados y una escuela de verano.

Otro de los proyectos que los camilos llevan a cabo es la creación de 'Centros de escucha'. Son pequeños núcleos de voluntarios laicos en colaboración con las parroquias. El primero nació en 1997 y desde entonces se han creado una cuarentena en todo el estado. Bajo el carisma y supervisión de los religiosos, los voluntarios atienden a personas que sufren un duelo por la pérdida de algún ser querido. "Es como un teléfono de la esperanza centrado en el luto, pero presencial", explica Bermejo. Aparte, existe una unidad móvil con personal formato que promueve la creación de estos centros en todo el estado. "Ayudamos a crearlos, coordinamos su acción y supervisamos su atención", explica. En Cataluña hay diferentes centros de escucha, uno en Barcelona y también en Reus, Cambrils y Tarragona, éste último el más activo. 

Autor de más de 50 libros, conferenciante y profesor de universidad, José Carlos Bermejo es una voz de referencia en el proceso de humanización de la salud, el duelo y la bioética y uno de los artífices de los servicios que los camilos ofrecen hoy en día a través de sus equipamientos. Por eso viaja siempre impartiendo cursos, conferencias y clases en diferentes centros educativos, facultades, congresos y hospitales de todo el estado y del mundo.

Más de 30 congregaciones atendidas

Una de las iniciativas de los camilos que más ha crecido últimamente es la gestión y atención de las enfermerías de una treintena de congregaciones religiosas que les confían en la coordinación del cuidado de sus religiosos mayores. Y es que desde la Fundación Camil de Lellis atienden a 80 centros en todo el estado, coordinando a más de 1.400 trabajadores. Lo hacen centrados en un modelo de asistencia muy humano, impartiendo la formación de los trabajadores y trabajando por la relación entre congregaciones, una intercongregacionalidad más necesaria que nunca. Como dice José Carlos Bermejo, "cuidarnos de las enfermerías es una respuesta a una necesidad y un llamamiento que nos ha hecho la vida consagrada, un servicio que podíamos dar ante el envejecimiento de la mayoría de congregaciones".

Desde el corazón de la vieja Barcelona los camilos siguen llevando a cabo su apostolado, arraigados en el barrio y al mismo tiempo dispersos en hospitales y clínicas que requieren de su experiencia y formación, tanto espiritual como sanitaria. "Cuidando y enseñando a cuidar y sobre todo, aprendiendo por el camino", añade Bermejo antes de despedirnos.

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