ANTON MONNER –CR Celestino Gironès Rius tiene 83 años, es labrador de oficio, ahora jubilado, pero ágilmente sube las escaleras del campanario de La Fatarella como un joven, como un "Pimpollo". Es hablador y risueño. Lleva 60 años de campanero, orgulloso y entusiasmado por el cargo que ostenta. Armoniza las campanas para cada ceremonia con sonidos y toques de intensidades y ritmos musicales diferentes, comunicando al vecindario la celebración y su significado, que por habituales todo el mundo los conoce.
Los toques del campanero Celestino, el estilo que pone, la pasión con la que toca, la presión que somete la cuerda para emitir el sonido y el sentimiento interno que expresa, son sin lugar a dudas la majestad soberana del personaje que las toca disfrutando y haciendo disfrutar a la ciudadanía.
Los templos parroquiales son los edificios más significados de la mayoría de los pueblos, y sus campanarios representan la construcción más alta, sobresaliendo los tejados de las casas que lo rodean. Incluso, para algunas poblaciones, tener mayor altitud las calificaba de superior poder político o económico. El de la Fatarella no es de los más altos, complementando el extraordinario templo renacentista en honor a Sant Andreu, con bóvedas góticas, fachada barroca y cubierta de losas de piedra como la catedral de Tortosa, porque la población ya está situada en lo alto de una cima, con extenso dominio visual.
Los campanarios y las campanas tenían desde la antigüedad la utilidad de llamada, aviso o señal. Con los toques armónicos distintos, distintos en cada circunstancia, se avisaba al vecindario de eventos significados; un incendio, la llegada de una autoridad, los entierros, la misa -si era festiva o diaria- el gozo unánime de la fiesta que se celebraba, o la convocatoria extraordinaria en la plaza pública para determinar democráticamente la defensa o la rendición al ejército que atacaba.
Tanto significado era el uso que la onomástica de la mayoría de los pueblos conserva el nombre del último campanero. Aún hoy es habitual distinguir a la familia a la que pertenece; conocido por "Cal Campaner". Era un cargo que podía ser municipal y pagado y que en ocasiones coincidía con el de mostasaf (vigilante de pesos y medidas) o de otros voluntarios, como es el Celestino, el actual campanero de la Fatarella.
Cuando le preguntamos si él es el único campanero, redondeo me contesta que no. "Soy uno de tantos. Somos cinco y los cargos pasan de padres a hijos, ancestralmente. Ahora tenemos un niño de unos diez años que la madre es de Gandesa de can L'Aganxat y el padre de can Basco, que ya sube en el campanario acompañado de su padre para tocar el día de San Antonio, la Fiesta del Aceite, la romería de San Francisco, la Fiesta de Invierno de San Antonio y de San Blas o la Fiesta de la Misericordia en verano” .“Yo no soy nada menos que el resto de los campaneros”, manifiesta humildemente.
Celestino explica que el padre David le dice la hora del entierro o la llegada del obispo y él hace sonar las campanas. “Al obispo de Tortosa, Sergi Gordo, el otro día le toqué, acompañado del obispo auxiliar de Barcelona, Xavier Vilanova, hijo de la casa de aquí a su lado, el toque del aplauso o bienvenida y no paré hasta que traspasaron la puerta del templo”.
En los entierros toca tres toques cada cuarto de hora y dos toques pausados finales por los hombres y tres para las mujeres. “En cada ceremonia los toques son exclusivos". Le pregunto cómo lo aprendió y me responde: "Un año por San Francisco, los campaneros de aquellos días, Miquel de la Caña, y Miquelo, me invitaron a subir a tocar la campana. Sólo teníamos dos en ese momento y yo vi cómo lo hacían”.
Al año siguiente ya subió a tocarlas y se estrenó como campanero. “De repente un párroco automatizó las campanas y dejaron de sonar los toques de toda la vida. La gente le pidió que las campanas debían sonar como siempre y en la siguiente fiesta ya las toqué de la forma habitual”.
Al año siguiente fue a Paüls, invitado a la Fiesta de San Roque y le encantó el ritmo de los toques de campanas. Desde ese momento introdujo aquí en la Fatarella los nuevos sonidos aprendidos allí. "Y ahora ya les tocamos así habitualmente". Hace unos doce años colocaron otras dos campanas y cambiaron los yugos que eran de hierro por madera de ireco para ganar sonoridad. “Nos habíamos asociado a la Cofradía de Campaneros de Cataluña, presidida por el sr. Leon, de Os de Balaguer y gracias a él recibimos una subvención de la Diputación para arreglar el campanario”.
Mejoraron el acceso a las campanas que le tenían en muy mal estado y pavimentaron la parte superior. "De ese día me hice amigo de Josep Poblet, el presidente de la Diputación". Tanto es así, afirma, que posteriormente vino a inaugurar la rotonda de la carretera “y le hice el toque del aplauso y al encontrarnos en el Casal, me saludó amigablemente. Desde ese día somos amigos y estoy muy orgulloso de mantener la amistad de una personalidad de tanta importancia. Tengo una foto guardada con un recuadro en casa, donde estoy retratado en medio del alcalde y del presidente".
Habiendo subido al campanario para enseñarme los distintos toques, le pregunto por el nombre de las campanas. “Oí contar a otros campaneros que cuando la guerra las pisaron para fundirlas y convertirlas en material de guerra. Las precipitaron en la calle. La mayor la pisaron a mazo y tuvimos la suerte de que no se la llevaron. Ésta en 1963 la fundimos y hicimos una nueva, algo más pequeña que la original. Pesa 450 kilos y se llama Canta la Misericordia del Señor; la instalamos en 1963, la segunda pesa 300 kilos y se llama, María de Misericordia, Ruega por Nosotros, la tercera de 200 kilos, Francisca y popularmente Andrea, y la cuarta de 120 kilos, Montserrat”.
En el rincón, entre las dos Misericordias, hay una campana sujeta a la pared que la construyeron habiendo cortado la parte inferior de la espoleta de una bomba de aviación alemana que pesaba 250 kilos que algunas quedaron por la zona sin explotar, durante la Batalla del Ebro. Para los años 40 la utilizaban para llamar a golpe de badajo a los jornaleros de las fincas de Camposines, de Cutximot, Massip, Les Padellesses y el Comte. "Ahora la mantenemos aquí de adorno".
"Mira si es importante el oficio de campanero que durante los sesenta años que hago de campanero sólo he dejado de tocar las campanas a cuatro difuntos porque estaba fuera o llevaron al muerto habiendo realizado la ceremonia a otro sitio". La gente entonces le preguntaba: “¿No te hablas con "fulano"?, ¿por qué, como hoy no has tocado a muertes?".
El campanero en la Fatarella es un personaje significado, carismático, y necesario para contar desde las campanas las noticias de la villa.