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Jean-Paul Vesco
Foto: Catalunya Religió
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CR Media hora antes de que empezara la Tribuna Joan Carrera este miércoles, el cardenal Jean-Paul Vesco iba saludando a la gente que entraba en la sala del restaurante. Sonreír distendido, preguntas, apretón de manos. Toda una tónica de proximidad que ha continuado durante todo el encuentro, tanto en discurso como en modos. Y es que el obispo de Argel y cardenal no se ha ahorrado las anécdotas, las frases contundentes y la mirada abierta para hablar de cómo la Iglesia debe ser más sinodal, incluir a las mujeres, "eliminar el clericalismo" y pasar "de un paternalismo eclesial en la fraternidad espiritual".

Traducido simultáneamente del francés por el monje de Montserrat Pau Valls, y presentado por la periodista y responsable de comunicación de Vedruna Educación, Laura Mor, Vesco ha relatado cómo la configuración e historia de Argel ha configurado una manera de hacer y ser Iglesia en Argelia "más igualitaria, paritaria" y donde los pasos adelante "son irreversibles" para evitar que la Iglesia "corra el riesgo de convertirse en anacrónica y desfasada".

Vesco ha empezado su intervención con una presentación personal, destacando su trayectoria fuera de los circuitos habituales de formación eclesiástica: “Mi vínculo con la Iglesia no se fraguó en un seminario; mi madurez se tramó fuera del ámbito eclesial”. Este pasado singular le ha dado una perspectiva crítica sobre los modelos tradicionales de gobierno dentro de la Iglesia. A su juicio, la espiritualidad del hermano prevalece por encima de la del padre, "hay que abandonar la paternidad espiritual cuando se convierte en una estructura institucionalizada", aseveró.

La experiencia de la Iglesia en Argelia

Durante su intervención, Vesco ha hecho un repaso a la historia reciente de la Iglesia católica en Argelia, destacando tres grandes etapas desde la independencia del país. Recordó la llamada del cardenal Duval en 1962 para que los religiosos y religiosas se quedaran en Argelia tras el exilio masivo de los europeos. Este gesto, que pareció incomprensible para muchos, fue "profético", ha afirmado Vesco, puesto que mantuvo viva la presencia cristiana en una sociedad que se estaba reconstruyendo.

El testimonio de la Iglesia en tiempos de conflicto, especialmente durante la “década negra” (1990-2000), fue, según Vesco, el momento de máxima debilidad y, al mismo tiempo, de máxima fuerza evangélica. "Entre 1994 y 1996, diecinueve miembros de la Iglesia, incluidos siete monjes de Tibhirine, fueron asesinados", ha recordado con cierta emoción. Estos hechos, lejos de disminuir su compromiso, reforzaron su misión en un contexto hostil: "Nuestro testimonio ha sido más poderoso cuando la Iglesia ha tenido menos poder".

Una Iglesia sinodal

Vesco ha aprovechado la ponencia para reflexionar sobre los cambios necesarios en la Iglesia global y sobre la sinodalidad. Ha puesto de relieve la apuesta del papa Francisco por un modelo más abierto y democrático, añadiendo que "la responsabilidad dentro de la Iglesia aumenta a la vez que se comparte". En este sentido, ha destacado cómo en la diócesis de Argel ya se ha empezado a aplicar esta visión, con una mayor presencia de laicos, hombres y mujeres, en lugares de decisión, y con una curia diocesana que cuenta con más mujeres que hombres.

"Lo que ayer parecía impensable se ha convertido en una evidencia", ha sentenciado Vesco en relación a esta transformación, asegurando que retroceder en este proceso ya no es una opción. Para él, la sinodalidad no es sólo un modelo de gobernanza, sino un camino para dar testimonio de la fraternidad en el mundo.

El papel de las mujeres en la Iglesia

En uno de los momentos más aplaudidos de la conferencia, Vesco ha insistido en la necesidad de incrementar la presencia de las mujeres en posiciones de responsabilidad en la Iglesia. "Sin una participación mucho mayor de las mujeres, la Iglesia corre el riesgo de convertirse en anticuada, no atemporal, sino anacrónica", ha afirmado con firmeza. Ha argumentado que la vocación de las mujeres dentro de la Iglesia no puede limitarse a la complementariedad, sino que es necesario reconocer su alteridad.

Vesco ha cerrado su intervención afirmando que "nuestra Iglesia debería pensarse más como una comunidad de hermanos y hermanas", un modelo donde la fraternidad y la alteridad sean los pilares fundamentales del futuro eclesial.

 

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