Con el marco del año de la misericordia, e intentando vivir las obras de misericordia, desde el compromiso personal y desde la Comunidad, peregrinamos a Roma. Lo hicimos personas muy diversas, que compartimos un proyecto y que creemos que juntos podemos luchar contra la pobreza y la exclusión social, para construir el Reino, el proyecto de Jesús, que es que todos vivan con dignidad.
I a la cita con el Papa Francisco nos fuimos, invitadas por él a participar de la audiencia de los miércoles. Fundamentalmente voluntarios y familias del programa #Invulnerables y algunos representantes de las entidades que nos apoyan y que se han sumado facilitando nuestro trabajo y aportando lo mejor de sus instituciones a un proyecto transformador: La Fundación Rosa Oriol, la Obra Social la Caixa, el FC Barcelona, el Gobierno de la Generalitat. Y como es lógico, nos acompañaban la Comunidad, mi comunidad de monjas de Manresa.
Días de fraternidad, de compartir, de celebrar la fe y la vida, y mucha expectación. El día 5 a las 7:30 de la mañana, todos estábamos dispuestos a pasar los controles, y para alegría de muchos, el sitio asignado para la audiencia era un auténtico regalo. A los pies de San Pedro, con una visión inmejorable de la plaza y del altar.
Vivimos la audiencia con emoción y alegría, que llegó a su punto culminante, cuando al acabar la celebración, el Papa Francisco, con la sencillez que le acompaña, vino a saludarnos y a estar un rato con nosotros. Confieso que me impactó fuertemente cuando quise decirle, “Soy Sor Lucía” a lo que él me respondió con familiaridad y mucha ternura: “Si, si, vas armando líos por ahí” Y acto seguido nos fundimos en un abrazo de fuerza, de comunión, de Evangelio.
Le presenté el proyecto y a cada uno de los representantes de las entidades, también a los voluntarios a los que saludaba con entusiasmo, y a mi comunidad. Veníamos con un regalo para el Papa, que sabíamos que le iba a gustar. Al presentarle a las monjas le dije: Santo Padre, este es mi equipo, ellas con la oración y el compromiso nos sostienen. Hemos decidido, respondiendo a su invitación, ceder una parte del edificio, para hacer la casa de la Infancia, con la ayuda de la Obra Social de la Caixa”. El Papa se emocionó y repitió: “Eso, eso, es lo que tienen que hacer y quiero que hagan tantas comunidades. Hay tantos edificios medio vacíos”. Y se quedó unos instantes pensativo. Sor Francisca de 84 años le cogió el pectoral y le dijo: “Es usted muy valiente” y el Papa a su vez la abrazó y le impuso las manos sobre su cabeza diciendo: “Las valientes sois vosotras. Sois valientes. Seguid. Es eso. Valientes”.
Le regalamos la camiseta del FCBarcelona con el nombre de Invulnerables, para que él también se sume a nuestra lucha en el partido contra la pobreza. No faltaron las bromas y los chistes intercambiados, con una agilidad argentina, que parece que está a flor de labio de este Papa campechano y humano.
Después de que cada uno de los representantes de las entidades pudieran decirle unas palabras de la implicación de todos, le entregamos el dossier del programa #Invulnerables – www.invulnerables.org – que ya camina en 11 barrios y ciudades.
Finalmente, al despedirnos, le dije: “La casa de la Infancia, quiero que se llame Francisco” El Papa me respondió inmediatamente: “Sí, pero Francisco de Asís” Yo Insistí: “Francisco” Y él volvió a decir “De Asis”. Jaume Giró, director de la Obra Social de la Caixa asintió con el Papa y dijo: “Se llamará Francisco de Asís” y el Papa sonrió y nuevamente nos bendijo.
Este viaje, esta peregrinación y este abrazo, han sido un impulso y una fuerza. Cuando hacemos comunidad, cuando somos capaces de juntarnos y crear complicidades, somos Invulnerables.
Seguiremos haciendo lío, el lio de compartir, de abrir las puertas a los más pobres, de trabajar por las familias y con los niños, y de invitar a todos los que quieran a sumarse, porque esto, la lucha contra la pobreza y la exclusión, es cosa de todos.
Gracias, Francisco, gracias por tu abrazo y por confirmarnos en la fe y en el servicio. Gracias por animar nuestras luchas y por compartir la valentía de creer en el Reino que Jesús quiere que juntos podamos instaurar.