Comentario al evangelio del domingo 32 durante el año. B
Una crítica a los maestros de la ley orgullosos y la defensa de una viuda que tira dos “lepta” al gazofilacio del templo de Jerusalén es lo que encontramos en el texto (Mc 12,38-44) del evangelio de Marcos que leemos este domingo.
Visto el texto desde un punto de vista descriptivo ya está bien que Jesús se encarare con los maestros de la ley y salga en defensa de una pobre viuda. Pero si nos limitamos a los hechos descritos, estos acontecimientos nos quedan lejanos y resultan incapaces de remover las conciencias de los lectores del siglo XXI.
Pero Marcos no hace historia, ni una crónica periodística de unos hechos que acontecieron en tiempos de Jesús. Marcos hace teología, hace catequesis con la pretensión que sean muy válidas por las comunidades a las que se dirige y de paso para las comunidades que irán surgiendo a través del tiempo.
Marcos se vale de una realidad histórica que podría darse en tiempo de Jesús para alertar a las comunidades de su tiempo y, en consecuencia, de las posteriores. Habrá que tener en cuenta, por lo tanto, el carácter representativo de los maestros de la ley y de la viuda.
Marcos escribe presentando los maestros de la ley del tiempo de Jesús. Estos forman parte con los ancianos y los grandes sacerdotes de la terna dirigente religiosa de Israel. Su poder no proviene de la fuerza de las armas, ni es un poder político – administrativo, ni económico ( a pesar de que puedan participar indirectamente de estos poderes), es un poder religioso que se mueve en el campo de la convicciones, de las conciencias, de las creencias, un poder mucho goloso. Dirigentes que servirán de imagen de los dirigentes de las primeras comunidades cristianas a quienes escribe Marcos. Estos se valen de su cargo y de posición religiosa dentro de la comunidad, de su saber erudito para ejercer una acción de dominio sobre el colectivo humilde y sencillo de la comunidad. Lo hacen para enriquecerse, para sacar un beneficio quizás no material pero sí para aumentar su prestigio, su orgullo, su afán de figurar. Que esto pasaba en las primeras comunidades cristianas da fe de ello Ignacio obispo de Síria cuando escribe a los esmirnenses: “Que el cargo no hinche la vanidad de nadie” (IgEf 6,1).
La viuda es imagen de la comunidad cristiana pequeña, sencilla y humilde. El texto no describe la viuda pero podemos saber de ella a partir del contraste que representa la detallada descripción de los maestros de la ley. A estos les gustan las ricas vestiduras cuando la viuda justo tiene para vestir lo que lleva encima. A los maestros de la ley les gusta que les saluden y ocupar los lugares de honor, la viuda sin la protección de su marido vive sin ningún tipo de protección social; los maestros de la ley comen en banquetes, la viuda da lo poco que le queda para comer.
Dando lo que le queda la viuda demuestra una gran confianza en Dios. Su actitud no se una actitud pasiva que espera las ayudas de los demás sino que es una actitud creativa que hace el gesto de dar y entregar aunque lo que tenga para dar sea una insignificancia. Pensamos en los voluntarios de València que van a ayudar con una escoba y un recogedor.
La viuda representa lo que tienen que ser las comunidades cristianas. Las que anteponen el valor Dios – la viuda da al templo – por encima de cualquier otro valor. Comunidades activas y generosas capaces de convertir en don aquello que parece que no servirá por nada. Comunidades humildes y sencillas que rehúyen el poder la ostentación y el prestigio.
Domingo 32 durante el año. 10 de Noviembre de 2024