Comentario al evangelio del domingo 31 durante el año. B
Después de las controversias con los fariseos y herodianos (Mc 12,13-17) y posteriormente con los saduceos (Mc 12,18-27), se presenta ante Jesús uno de los maestros de la ley que había estado presente en estas controversias preguntando cual es el mandamiento más importante. Leemos este episodio en el evangelio de este domingo (Mc 12,28-34).
Los Maestros de la ley o escribas aparecen en el evangelio de Marcos 20 veces y en cinco ocasiones implicados en la muerte de Jesús ( 8,31; 10,33; 11,18; 14,1; 15,1) y en una ocasión Jesús advierte del peligro que representan los Maestros de la ley (12,38). Ante esta, podríamos decir, mala prensa sorprende la bondad del Maestro de la ley que interroga a Jesús. Esta imagen bondadosa no la dan ni Mateo (22,34-40) ni Lucas (10,25-28) en la versión que ellos hacen de este episodio.
Si se da por bueno que Marcos escribe su evangelio en el año 70, tendremos que en aquel momento el templo de Jerusalén ha sido destruido por los romanos, los sacrificios y holocaustos se han acabado ( por eso dice el maestro de la ley que amar a los otros es mejor que los holocaustos y los sacrificios), la clase sacerdotal ha desaparecido, ha tomado impulso la Ley y sus intérpretes han crecido en importancia. Estos perdurarán dentro del judaísmo y coexistirán con las comunidades cristianas y algunos de ellos entrarán a formar parte de ellas. Por eso Marcos ve con buenos ojos al maestro de la ley que se dirige a Jesús y que no está lejos del Reino de Dios.
Los maestros de la ley del antiguo Israel eran hombres sabios el trabajo de los cuales era estudiar la Ley, transcribirla y elaborar los comentarios. Algunas veces eran contratados cuando se requería la interpretación de un asunto jurídico. Eran respetados por la comunidad a causa de sus conocimientos, dedicación y su apariencia externa de guardar la Ley. Pero los tiempos cambian y la vida de cada día presenta situaciones nuevas que la Ley no tiene previstas; hará falta acudir a los viejos escritos para establecer nuevos preceptos que ayuden a determinar lo que está bien y lo que está mal. Esta será el trabajo de los escribas: además de interpretar las escrituras irán añadiendo nuevas regulaciones con la pretensión que tengan igual valor que la Torà de toda la vida. Se llegará a los 613 preceptos, 365 de positivos y 248 de negativos.
La respuesta que da Jesús al maestro de la ley sorprende porque no aporta ninguna de las dos formulaciones del decálogo ( Ex 20,1-17; Dt 5,6-21) sino que remite a la recitación del “Shemà” un texto del Deuteronomio (6,4-5) que los judíos recitan alabando el Señor en la sinagoga y orando cada día.
“Shemà” es un término que en la Biblia tiene mucha fuerza teológica. Se traduce por “escucha” pero no se tiene que entender en un escuchar simplemente físico. Escucha es la respuesta que como contrapartida da el ser humano a Dios que previamente ha escuchado a su pueblo: “ He oído cómo clama mi pueblo por culpa de sus opresores”. Dios escucha y a resultas de su escuchar actúa liberando. El ser humano escucha y a resultas de escuchar tiene que comportarse. De esto es de lo que se queja el profeta Jeremías: “no me han escuchado ni me han obedecido se han desviado por su corazón obstinado y perverso” (11,8); “no han escuchado ni han hecho caso, han ido a lo suyo han hecho el sordo y no se han querido enmendar” (17,23); “no han escuchado mi voz, no han seguido mi Ley, mis mandamientos y mis preceptos” (44,23). Escuchar es acoger la palabra del Señor, es depositar la confianza en Dios, es ser receptivo, no cerrarse, no hacer de la vida un espacio donde solo me escucho a mí mismo y las voces que a mí me gustan.
Jesús no responde con ningún precepto pero con la evocación del “Shemà” aporta el sentido y la razón de ser de cada mandamiento concreto incluso de los más pequeños e insignificantes. Jesús establece el amor a Dios y en los otros como criterio fundamental de toda ética y todo comportamiento.
Domingo 31 durante el año. 3 de Noviembre de 2024