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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Bernat Balaguer, monje de Montserrat, es profesor de la Universidad de Barcelona. Un día, al final de la clase, acaba la lección con esta intervención: «Solo dejadme insistir en la idea central de la clase de hoy: no hay personas buenas o malas. No hay un gen de la maldad que llegará un día que se pueda localizar y extirpar. La bondad y la maldad son coyunturales y no estructurales, y por lo tanto dentro de nosotros siempre conviven ambos elementos. Por suerte, la especie humana hace siglos que fomenta la bondad y sus valores fundamentales por encima de la maldad, pero no debe bajarse nunca la guardia. Sólo es necesario que se den las condiciones idóneas para que la maldad tome el control, ya sea de manera individual o colectiva.». Bernat Balaguer es el protagonista de la novela de Jaume Clotet, ganadora del Premio Josep Pla 2024, titulada La Germandat de l’àngel caigut. Pese a que el argumento resulta del todo inverosímil, el lector se deja atrapar por la narración y el ritmo de los acontecimientos, que sigue con interés devorando capítulo tras capítulo. Apunta al problema del bien y del mal, como el monje resume con acierto en la síntesis que ofrece a los alumnos al final de la clase, reproducida más arriba.

No es un tratado de demonología, pero Satanás late en el fondo de cada página, aunque a veces parezca dormido. ¿Cómo afrontar una batalla contra el mal, como enfrentarse a la fuerza demoníaca, que amenaza continuamente liberarse de su cautividad y causar estragos imprevisibles? El monje benedictino debe observar dos reglas para el combate contra el mal: «Conocer el enemigo y no subestimarlo», es la primera regla que hay que seguir en todo momento. La segunda regla «conocerse a sí mismo y no sobrevalorarse» es vital y no menos importante. Se fundamenta en la humildad, que impregna absolutamente el espíritu de la regla de san Benito y es un instrumento estratégico en el combate que se le ha encomendado.

El autor está preparando un segundo libro. Sin entrar en más detalles para no realizar un spoiler, revelando detalles que harían perder interés en la lectura, creo que estas dos reglas son iluminadoras en el terreno psicológico y espiritual. Sin conocer el enemigo, se puede caer más fácilmente en sus trampas. Jesús, de acuerdo con el evangelio según san Juan, define al diablo como «mentiroso y padre de la mentira». Por este motivo, nunca hay que subestimarlo. Sin conocerse a sí mismo, la caída está casi asegurada. Alimentar la vanidad es un medio eficaz para sobrevalorarse y bajar la guardia. Creerse invulnerable es una manera inevitable de perder las batallas, porque sin darse cuenta uno se descuida y deja de estar vigilante. La humildad es el antídoto. Como dice el profesor al terminar la clase: «No hay que bajar nunca la guardia». Este criterio se aplica a múltiples situaciones de la vida. Los derechos sociales que se han conseguido, si se baja la guardia, se pueden perder con facilidad. Estar vigilante, con atención y consciencia, es requisito indispensable.

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