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La selección española de fútbol masculino ha conseguido ganar recientemente en Berlín el Campeonato europeo de forma brillante. El cuarto de su palmarés a lo largo de la historia. La selección española de fútbol femenino se proclamó el mes de agosto del año pasado por primera vez en su historia Campeona del mundo al vencer la final en Australia. En ambos casos, la selección contrincante fue la inglesa. En ambos casos, se desplegó sobre el césped un buen fútbol. En ambos casos, fuera del recinto de juego se perdieron los papeles. Las instancias federativas, en el fútbol femenino, opacaron con la conducta de su presidente el triunfo deportivo, que se convirtió en un tema secundario. Increíble. La celebración del campeonato europeo masculino fue una suma de despropósitos, de actuaciones de mal gusto, de discursos realizados más por el alcohol que por las neuronas… Muchos jugadores dieron más pena que gloria.

Se afirma con frecuencia que no hay que mezclar política y deporte. Son dos dimensiones que casi siempre van mezcladas. Tratándose de selecciones nacionales resulta inevitable. El nacionalismo, de manera mayoritaria, es el motor de identificación con un equipo. Los políticos de alto nivel no se pierden una final en palcos de tribuna para beneficiarse de la irradiación del triunfo. En algunas televisiones, los locutores ponen más entusiasmo en sus comentarios políticos que en los deportivos, que ya es decir. Sería interesante analizar también las expresiones religiosas que usan con tanta frecuencia para hablar de fútbol. Los mismos juegos olímpicos, que actualmente tienen lugar en París, se nutren del mismo nacionalismo aglutinante. Las plantillas de los principales equipos de fútbol, tanto masculinos como femeninos, son hoy altamente inclusivas, hecho que no ocurre en las selecciones nacionales, que se aprovechan sin escrúpulos del capital humano de los clubes. Detrás de todo esto, la dimensión económica es fundamental. Se mueven centenares de millones de euros en este negocio.

En estos días, ha corrido por las redes una comparación entre campeonatos europeos conseguidos por algunos países y su relación con la tasa de abandono escolar. España encabeza el ranquin deportivo con cuatro triunfos, pero también tiene muy alta su tasa de abandono escolar. No es bueno que el balón sustituya a los libros. Bien planteado, hay tiempo para todo. Con una educación mejor y más integral, se valorará tanto saber estar en el campo de juego como en los actos de celebración. La gloria deportiva es muy frágil. Depende de muchos factores. Incluso del silbato de un árbitro, como ha ocurrido tantas veces, o de una interpretación sorprendente de una imagen del VAR. En el fondo, el deporte es parte de la vida, que a menudo está llena de imponderables. La línea entre victoria y derrota es muy fina. Por ello, en la victoria, humildad, y en la derrota, esperanza.

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