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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

En un encuentro reciente con participantes de diversos países europeos, tuve la oportunidad de conversar con tres escoceses. Pocos días antes había visitado en Roma la iglesia de San Marcello al Corso, cerca de la plaza Venezia y de la mítica Fontana de Trevi. En la fachada del templo, se anunciaba «Il Cristo di Dalí a Roma». Una exposición excepcional que reúne por primera vez dos documentos singulares: la pintura del famoso autor del Empordà junto con el diseño-reliquia de san Juan de la Cruz. La pintura de Dalí, apodada también el Cristo de Port Lligat, ha sido prestada por la Kelvingrove Art Gallery y el Museo de Glasgow. El diseño-reliquia de san Juan de la Cruz procede del Monasterio de la Encarnación de Ávila. Un escocés me comentaba que cuando fue adquirido en Glasgow, el presidente de la Comisión era partidario de su compra por una cantidad que rondaba las 25.000 libras esterlinas. Al equipo le parecía una cantidad desorbitada. Finalmente, tras muchos forcejeos, se efectuó la compra. Hoy, me decía, vale millones, millones. Al salir de la iglesia, le pregunté al voluntario que regulaba el acceso y contaba el número de visitantes, si la exposición había despertado interés. Me dijo que muchísimo. Añadió que el día anterior, sábado, habían visitado las obras más de 12.000 personas. El templo de San Marcello al Corso alberga también el crucifijo milagroso en beneficio de la ciudad de Roma, que el papa Francisco universalizó en su plegaria con motivo de la pandemia.

Dalí, a través de la inspiración sanjuanista, supo convertir en arte la inspiración de la mística. El 1948, visitando el Monasterio de la Encarnación entró en contacto con el Cristo de san Juan de la Cruz. Cristo es visto desde arriba. En lenguaje cinematográfico, se le observa en picado. En tecnología, parece captado por una cámara de dron. Su obra magistral, realizada en 1951, incorpora la dimensión mística. No es extraño que en ese mismo año Dalí publicara el Manifiesto místico. En el comienzo del escrito, afirma que «lo más subversivo que puede sobrevenirle a un exsurrealista es volverse místico». Considera que Catalunya cuenta con tres grandes genios: Raimundo de Sibiuda, filósofo del siglo XIV-XV, Gaudí, creador del gótico mediterráneo, y él mismo, inventor de la nueva mística paranoico-crítica. Conectar la pintura con la mística, hacer visible lo invisible, contener en un fragmento el infinito, es el máximo logro que refleja la belleza… Tras aquietar los pensamientos, se abre un espacio a la contemplación. El Jubileo 2025, en el que se enmarca esta exposición, dentro del programa titulado «Los cielos abiertos», tiene por lema «Peregrinos de esperanza». ¡Una virtud que nos hace tanta falta! Jesús es la esperanza que nos dice: «Todos vosotros sois hermanos». La paz, la paz, la paz. El arte de Dalí en diálogo con la mística de san Juan de la Cruz nos recuerda al Crucificado y a los millones de crucificados que hay en el mundo.

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