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Por Josep Gallifa .

En general se considera que, desde una perspectiva antropológica, la educación consiste en el proceso traspasar aprendizajes, habilidades, conocimientos, valores y actitudes de una generación adulta en una cultura determinada a otra generación más joven, que de esta forma adquiere el legado de las generaciones precedentes. Es una forma de entender la educación que etimológicamente deriva de la palabra latina 'educare' que significa guiar, conducir... Se entiende guiar hacia este proceso de adquisición de conocimientos que mencionábamos, por eso algunas etimologías emparentan también el 'educare' con alimentar. Así el 'pedagogo' (ahora del griego paidós agogós) sería el que guía niños y niñas. El educador es un mediador entre la cultura y las personas que adquieren su bagaje. Esta es la concepción más extendida sobre el significado de la educación y la forma más habitual en que ésta opera. Nada que decir.

Sin embargo el 'educare' no agota el significado de la educación que tendría otra raíz etimológica en el 'educere' o 'exducere', esto es: sacar hacia fuera, es decir extraer lo mejor de cada uno desde dentro hacia fuera. Sería como despertar valores y virtudes que estaban en el potencial de las facultades de la persona, ayudar a que se manifiesten. Vamos pues a tratar brevemente sobre este tema del 'exducere' y a hacer alguna reflexión sobre su relevancia.

El ejemplo más concreto y con más tradición en nuestro mundo occidental del 'exducere' es la mayéutica socrática. Conocemos a Sócrates sobre todo por los diálogos de Platón. Platón quedó impresionado por el estilo de su maestro y por su destino, que como sabemos fue la muerte acusado de corromper a los jóvenes atenienses. Sócrates quería regenerar la ciudad y entendía que el gobierno no debía ser para los que se imponían por la fuerza (ahora diríamos dictadores) sino que debía ser para los sabios, aquellos que estaban predestinados a él. De hecho quería restituir el orden antiguo que se estaba perdiendo con el surgimiento de déspotas sin demasiados escrúpulos. Veía los efectos perversos de estos gobernantes, lo que ahora llamaríamos arbitrariedad, abuso de poder, corrupción ... Así pues 'dialogaba' (día-logos) con los jóvenes, que eran la esperanza de otro futuro. No lo hacía en la forma del 'educare' es decir explicándoles sus puntos de vista y ya está, sino en la forma del 'exducere'. Básicamente preguntaba. En los diálogos de Platón ha quedado plasmada esta forma socrática de preguntar.

La pregunta socrática no es la pregunta del que no sabe algo y por eso pregunta por ella, tampoco es la pregunta digamos desconfiada de lo que pone a prueba (como hace por ejemplo un profesor con una pregunta de examen). Es la pregunta del que ya tiene respuestas, pero quiere que sea el otro quien -por sus propios medios y siguiendo su propio camino- las encuentre. Nacía así la mayéutica. Mayéutica deriva de Maya una de las pléyades de la mitología griega. 'Mayéutica' se podría traducir por 'ayudar a nacer'. Se considera que la madre de Sócrates era comadrona, así Sócrates habría adaptado este oficio materno a la filosofía y de paso también a la educación.

No entraremos en detalles de cómo opera esta mayéutica, ni en los referentes actuales en la educación. Quedémonos en que valores y virtudes no son aprendidos en esta tradición socrática de fuera hacia dentro siné de adentro hacia afuera, desveladas a partir de la pregunta socràtica. La pregunta socrática es individualizada, personalizada, se va adaptando a las respuestas, y es también exigente, hace sacar consecuencias, razonar, ser consistente y en última instancia, por coherencia final, lleva a actuar en el mundo. Este es el peligro que al final marcó el destino de Sócrates: la pregunta socrática desvela la capacidad de preguntarse por uno mismo, así lo hicieron los jóvenes atenienses -el mismo Platón-. Esto suponía un potencial peligro para el status quo establecido, como se puede fácilmente imaginar, y tiene un potencial transformador. La dialéctica platónica-socrática, junto con la tradición Aristotélica, que dejaremos para otra ocasión, ha sido un pilar de Occidente, redescubierto en diferentes épocas, aportando siempre un potencial humanizador a la manera griega.

La Modernidad, en su versión ilustrada y generalmente considerada, tal vez quizás por poner al centro los conocimientos, quizás por la masificación, quizás por centrarse más en unos valores que en otros, sea como sea, .. . dejó de lado la educación socrática y con ella el potencial de cada persona como ser singular capaz de crear valores y adoptar virtudes. No es extraño que a veces se hable de la pérdida de alma del mundo moderno. Las tradiciones religiosas y espirituales también pueden prescindir de Sócrates, pero una espiritualidad fundamentada en la razonabilidad, dialogada, y arraigada en el ser de cada persona es mucho más fuerte. El mundo de hoy (ya sabemos que no todo el mundo) tan seducido por el humanismo pero un poco reacio a una moral que ponga límites al utilitarismo individual (está bien lo que me va bien a mí), necesita más que nunca del diálogo socrático. Es necesario pues que se continúen creando los espacios y las condiciones para que éste pueda seguir desarrollando. Nos interesa la manera de Sócrates y Platón: despertar la necesidad y compartir el camino con autenticidad.

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