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Por Josep Gallifa .

En entradas anteriores comparábamos las perspectivas de Newman y Adams sobre la Educación Superior, como dos formas alternativas de entender la relación entre Cristianismo y Modernidad.Observábamos como la perspectiva de Adams fue muy influyente en el modelo de una universidad elitista que tiene su referente más emblemático en Harvard. El modelo de Newman fue muy influyente en el universo Católico, en particular en el ideal al que aspira la Universidad Católica. El interés de este debate está en que nos ofrece dos formas de entender la excelencia de la educación universitaria. No las presentamos necesariamente como modelos contrapuestos, blanco o negro, sino como polos dialécticos, para valorar y descifrar su presencia y potencial en las universidades de hoy.

En la perspectiva de Adams ya observamos como el contenido se convertía en secundario. Adams valoraba las "ventajas sociales" del College, las formas, las maneras, la relación social que la condición de estudiante o de exalumno (alumni) proporcionaba. Parece ser que a mediados del siglo XIX en Harvard era menos importante el contenido y más importante el simple hecho (privilegiado) de estar allí. Adams de pequeño ya jugaba en los "greens" (espacios verdes) del campus de Harvard y este hecho para él pesa más que el contenido y el valor real de lo que aprendió (su libro es de 1907, ¿eh?). La importancia del espíritu crítico en detrimento de principios fijos, la adaptabilidad, el pragmatismo, la orientación a resultados materiales tangibles, la valoración de la adquisición de las formas educadas de un "gentelman", son los valores que Adams valora de su paso por el College. Es decir adaptación a valores y ventajas básicamente materiales. Se creó así el mito de la estancia en el College Norteamericano y lo que supone el hecho de ir: podemos decir que una cuestión de elitismo social.

Este modelo naturalmente aún perdura hoy en día, no sólo en Harvard sino que ha sido el modelo admirado e imitado por los Colleges Norteamericanos primero, por las Bussiness Schools y por muchas otras universidades después. Con la expansión de la Educación Superior de las últimas décadas se ha convertido en el ideal de excelencia universitaria a imitar.

Esta perspectiva tan pragmática y formalista tendría un identificable trasfondo Aristotélico. La orientación de la formación iría orientada hacia todo aquello que se manifiesta finalmente en ventajas fundamentalmente de tipo material. No estoy juzgando, sólo describiendo ... En este modelo se potencian las Humanidades, efectivamente (denominadas como Liberal Arts), pero son entendidas quizás más como una especie de adorno en la formación. Ni el contenido ni el método son más importantes que el hecho de pasar por el College. La superficie acaba siendo más importante que el fondo y se acaba identificando con el fondo.

Ya expusimos-por otra parte-como para el Cardenal Newman las formas educadas se pueden adquirir de otras maneras en la sociedad, que la Universidad no estaba primordialmente para ésto. La importancia de la Universidad está, para Newman, en que puede contribuir a formar la mente del estudiante, la orientación es pues más hacia el fondo. Las Humanidades están aquí para contribuir a consolidar los principios. Se trata de fortalecer la voluntad y el carácter de cada persona. La orientación es pues más profunda, más esencial, y todo a partir del reforzamiento y de la mejor conciencia y comprensión de la propia tradición cristiana, de la que surge la institución universitaria. El ideal es el de un modelo de persona que desarrolla todas sus dimensiones y que busca un equilibrio entre la voluntad humana, el intelecto y las pasiones. Esta es la clave del modelo de Newman. Si hay algún tipo de elitismo, éste debe darse en el terreno de la mejora de la persona, sobre todo en las dimensiones intelectual y moral. La Universidad se convierte en una apuesta por cada persona, para desvelar todas sus facultades. La Modernidad está al servicio de la persona. Esta es la auténtica humanización y excelencia para Newman.

Digamos de paso que es una lástima que mientras la Europa del norte y los Estados Unidos, en el siglo XIX, y seguro a principios del siglo XX, ya se planteaban estos debates sobre la Educación Superior, debates que estaban en el primer plano de la sociedad, España lo confiara todo a la imitación del modelo Napoleónico de universidad, que resultó en términos de formación de las élites finalmente un sistema bastante pobre. Nos cuesta mucho todavía hoy (como conjunto de sistema) recorrer esa distancia, superar ese "gap", sea en una dirección u otra. El porqué España adoptó este modelo requeriría un posterior análisis más detenido.

No planteamos los dos modelos expuestos, Adams-Newman, como mutuamente excluyentes. Si me tengo que definir por uno de los modelos, sin embargo, lo hago sin lugar a dudas por el segundo, aun reconociendo que el primero es un vector importante que marca hoy profundamente la Educación Superior, que no se puede menospreciar de ninguna manera. Hacen falta pues en nuestra realidad universitaria general una mayor conciencia de los orígenes de la institución y en cuanto a la actuación se necesitan actitudes reformistas que converjan en hacer posible una universidad profundamente educadora y humanizadora (en fondo y forma) sin la que no es posible la auténtica excelencia.

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