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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Tomar distancia de los acontecimientos suele ser una buena medida para ganar perspectiva y objetividad. Las elecciones generales españolas, realizadas el 23 del mes de julio pasado, dieron dos hipotéticos candidatos a ser presidentes de gobierno. Los dos, de manera sucesiva, han sido propuestos por el jefe de Estado como candidatos a la investidura para ser presidentes de Gobierno. Tras el fracaso del primero, se ha abierto un proceso de negociación del segundo. Un precio para obtener el apoyo de otros partidos sido la amnistía, que ha suscitado la máxima polémica y en torno al cual se han convocado manifestaciones de rechazo.

Para gozar de una buena perspectiva sobre este tema se puede reflexionar a partir de esta imagen: el iceberg. Una gran masa de hielo flota en el agua, sobresaliendo a la superficie una novena parte de su tamaño. El resto permanece sumergido. Si se mira el escaparate, su parte visible, se observa un clima tenso de fuerte confrontación. Si se considera la trastienda, su parte sumergida y oculta, se descubre la raíz de las intenciones verdaderas. Argumentos, por un lado, para distraer el personal en el escaparate. Motivaciones que explican la verdad de lo que sucede y que se ajustan a una lucha descarnada de poder en la parte oculta. Cada uno de los candidatos acepta conceder la amnistía con tal de obtener la presidencia. Pero si uno de ellos no tiene esta oportunidad, como es el caso, convierte la amnistía en un arma arrojadiza para dinamitar la investidura de su adversario. En el supermercado de la investidura, casi todo está en venta, desde la supresión de la obligatoriedad del servicio militar, como así sucedió, hasta una amnistía. Esta medida, en la voluntad de afrontar los problemas internos del país, puede ser interesante, aunque no satisfaga del todo a nadie. Todos pierden y todos ganan. Quizás esta es la dinámica de una negociación. Incluso la justicia española se vería beneficiada después de recibir reveses sin paliativo en Bélgica, Alemania, Escocia e Italia por los presuntos delitos de sedición y rebeldía que atribuyó a los políticos y líderes sociales juzgados.

Partir de la realidad, buscar la superación de los conflictos, aceptar la unidad en la diversidad, trabajar por el valor de la fraternidad de manera constructiva daría otro resultado. Sin embargo, vivimos instalados en la lucha fratricida entre Caín y Abel porque la política opta de manera prioritaria por la lucha de poder. Se trata de demonizar al adversario y no darle ni agua. Imponer desde la mayoría sin respetar las minorías. No nos dejemos engañar por lo que se muestra en el escaparate. Desvelemos lo que hay en la trastienda.

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