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Catalunya Religió
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Laura Mor –CR La historiadora Ana María Bidegain (Colombia, 1948) siempre reivindica la aportación de los laicos y de las comunidades en la Iglesia. Es la presidenta del Movimiento Católico Internacional de Pax Romana y este mes de junio ha visitado la ciudad de Barcelona. Entidades como la Fundació Joan Maragall, el Movimiento de Profesionales Católicos de Barcelona (MPCB) y el Grupo de Juristas Roda Ventura forman parte de esta organización internacional.

Bidegain es profesora en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad Internacional de Florida. Se ha especializado en Historia de la Iglesia, ha investigado los procesos migratorios y la vida religiosa femenina en América Latina. En esta entrevista nos ha hablado del compromiso de los intelectuales católicos con el Sínodo, la lucha feminista en la Iglesia y la necesidad de recuperar el mensaje del Evangelio.

¿Qué esfuerzos ha dedicado el movimiento Pax Romana en el Sínodo sobre la sinodalidad?

El movimiento ha ido poniendo siempre los acentos de acuerdo con la vivencia de la gente, de las mismas comunidades de estudiantes, de profesionales, que usan el método de la revisión de vida. También funcionamos a partir de los grandes congresos y discusiones, para generar conciencia sobre problemas centrales. Hoy el gran reto es cómo ayudamos a articular y a construir la Iglesia sinodal. Está en el ADN de Pax Romana. Si se fuera a buscar en alguna experiencia histórica para este trabajo sinodal, encontraríamos los movimientos de Acción Católica especializada.

¿Algún ejemplo?

Varios miembros de Pax Romana participaron como auditores y auditoras en el Concilio Vaticano II. O cumpliendo papeles muy importantes en la vida de la Iglesia como la australiana Rosemary Goldie, profesora muchos años en la Pontificia Universidad Lateranense, o María de Lourdes Pintasilgo, primera ministra portuguesa, que fue presidenta de Pax Romana. El llamado de Francisco resuena con fuerza en la vida de los movimientos.

¿Cómo valoran el camino que han hecho hasta ahora?

Vemos las dificultades porqué las sufrimos mucho. En los años sesenta y setenta, el problema era económico-social: teníamos un 60% de pobres. Había gente de peso que marca una visión, como Camilo Torres o Gustavo Gutiérrez, pero sobretodo la gente universitaria que va a salir a trabajar. Cuando la dictadura en los ochenta, se da el problema de derechos humanos. Hoy aparecen otros temas, como el del medioambiente o el tema de la mujer.

“la propuesta de Francisco está en la entraña del movimiento”

Para estos retos desde Pax Romana piden “respuestas teológicas profundas y renovadas”. ¿Apuestan por la formación de los laicos?

En América Latina ha habido un crecimiento muy grande en la formación de laicos, no necesariamente vinculados al movimiento. Hay las especializaciones, como la Teología Feminista que en los ochenta tuvo más fuerza, o la Teología India o Afro, donde hay mujeres y hombres laicos. Sin el trabajo de los laicos, la Teología de la Liberación no hubiera nacido. Albert Nolan de Sudáfrica me decía que “las preguntas fundamentales nacen de los laicos”. Gustavo Gutiérrez, asesor todavía de nuestros grupos en Perú, reconoce la Iglesia universal y el Concilio, pero también todo un trabajo pastoral con la juventud, con los laicos, que ponen las preguntas fundamentales a partir de su compromiso. Es el “evangelio en salida” del que habla en Papa: ir a vivir a las periferias, que en cada momento son distintas.

¿Qué importancia tiene el discernimiento en Pax Romana?

Nosotros creemos que la vida eclesial, la vida de fe hay que vivirla en comunidad. Es importante. Hicimos un curso del que surgieron las comunidades virtuales latinoamericanas, con gente en Méjico, en Paraguay… No hablamos de la revisión de vida, sino que enseñamos la práctica de acompañar a la gente de Pax Romana y de otros movimientos y parroquias, y asesorar comunidades de base, de estudiantes y de profesionales. Es un trabajo pastoral muy demandante y exigente.

¿Cómo interpreta que haya responsables pastorales que no escuchan ni quieren acompañar?

Creo que hay un problema de formación. En el caso de América Latina se tomó la experiencia de estos movimientos para la reunión de los obispos del ‘68 en Medellín, que es la adaptación del Concilio a la realidad latinoamericana. De los consejos pastorales se crean cantidad de comunidades eclesiales de base en las parroquias.

Uno de los temas es la ida al pueblo: muchos laicos que eran profesionales lo dejaron todo y se fueron a trabajar como peones rurales o en fábricas para vivir con los pobres. Después vino el proceso de inserción de la vida femenina y después siguieron los religiosos. Pero en los ochenta, la Conferencia Episcopal Latinoamericana, el CELAM, toma una línea mucho más conservadora liderada por López Trujillo. Y se fortalece con Juan Pablo II y se nombran obispos que desconocen todo ese trabajo de Medellín. Ahí con las dictaduras empieza la represión y algunos hacen opciones políticas radicales... Quiero decir que la propuesta de Francisco está en la entraña del movimiento.

“Se hace una Historia del feminismo en un país como Colombia, donde las enfermeras y las maestras han sido todas religiosas, ¡y no las mencionan!”

El Papa también ha dado pasos en relación a la mujer en la Iglesia. Hay muchos grupos y movimientos comprometidos con el feminismo en la iglesia. Pero todavía se traduce como “revolución femenina”. ¿Por qué incomoda tanto esta palabra en las comunidades cristianas?

Incluso hay quien habla de la ideología de género. El Papa pidió en 2018 a la Comisión Pontificia para la América Latina que se ocuparan de la mujer en la construcción de la sociedad y en la Iglesia. Me invitaron a hacer la conferencia central. El Papa les dijo: “No van a hacer eso entre ustedes y entre los viejos”. Eran básicamente cardenales y obispos de América Latina. Ahí hay un tema que está totalmente olvidado, que es la vida religiosa femenina, que es central y a veces cuando hablamos de la Iglesia no la incluimos.

Se la considera dentro de los laicos…

Sí, pero en cierta forma tiene una especificidad. E incluso como mujeres. Se hace una Historia del feminismo en un país como Colombia, donde las enfermeras y las maestras han sido todas religiosas, ¡y no las mencionan! ¡No las mencionan en la Iglesia por el machismo, y no las mencionan en el feminismo, por anticlericales! Es una falta de visión histórica monumental.

Sobre esto de la ideología de género, yo les digo: “Cuando ustedes dicen que la mujer o el hombre debe hacer eso o lo otro, ¿qué es eso? ¡Eso es una ideología! Todos tenemos una ideología sobre cómo miramos el mundo. Pues digan ‘concretamente, no estamos de acuerdo con este tema’”. Ya no les quise decir “ustedes ni siquiera se han leído toda una producción teológica que lleva sesenta años, es una falta de respeto”.

Tampoco ha llegado a todas las facultades de Teología…

Es un tema pendiente. Hay gente que ya lo ha masticado. Y ha habido una evolución de una Teología feminista importante en Europa, en Estados Unidos, en Asia y en África.

También vivimos un proceso de secularización, que provoca mucha incultura religiosa. Hay quien lo lee como una oportunidad, para empezar de nuevo; pero ¿no es una pérdida renunciar a todo este conocimiento?

Incluso para renunciar a la fe, hay que conocerla. Si la gente es absolutamente ignorante de toda una historia y de una tradición, no pueden entender ni el arte ni la cultura. La opción religiosa tiene que ser una opción libre, no se debe volver al pasado. Pero la educación religiosa es importante. Yo trabajo en una universidad pública en Estados Unidos donde tenemos un instituto de estudio de las religiones con mirada comparativa.

“La acción de los laicos chilenos cambió la posición del Papa en relación a los abusos”

¿Qué aportación pueden hacer los intelectuales católicos a esta alfabetización?

Tenemos que seguir produciendo reflexión y planteando problemas fundamentales, como la paz en el mundo, la defensa de la dignidad de los seres humanos y del medio ambiente…

¿Tener una voz en el debate público?

Claro. Y pensar qué tipo de discusión generamos. El rol del periodismo y de los medios alternativos también es un desafío, no solo para los católicos. Los medios han llevado a que la gente piense cortito; no entran a un tema profundo. Hay quien ya no puede leer un libro: ¡eso es un desastre!

“Incluso para renunciar a la fe, hay que conocerla”

Tras la pandemia aumentó el aislamiento y las adicciones a las pantallas, sobre todo entre los jóvenes. ¿Han hablado de ello como Iglesia?

El impacto en la vida personal creo que no ha salido en parte porqué en Pax Romana la gente se compromete cuando está estudiando; pero cuando empieza a organizar trabajo, vida e hijos no hay tiempo. Y cuando ya pasan a otra etapa, la gente se compromete otra vez. Pero también vemos que la gente no toma compromisos de largo plazo, ni en lo religioso ni en lo político. Eso platea nuevos desafíos.

¿Qué temas han entrado en la agenda de los intelectuales católicos?

Hemos hablado del desarrollo del impacto de la inteligencia artificial, el debilitamiento de la democracia, la guerra de Irán, los derechos humanos, la sinodalidad, los abusos, la historia y la memoria… En la defensa de derechos humanos, los movimientos de Profesionales tenemos presencia en organismos internacionales, como Naciones Unidas y el Consejo de Europa. Para presentar una moción tiene que haber un representante de forma presencial, pero puede disponer de un equipo de todo el mundo. Las redes y la conectividad presentan estas buenas posibilidades.

“En un momento hubo más curas presos que en ninguna diócesis de Uruguay”

¿Cómo anda la Iglesia de corresponsabilidad? ¿Mejor o peor que años atrás?

Nosotros nos reunimos cada 15 días con un representante de Asia, un europeo, uno de América Latina, un africano, la secretaria general es africana, el asesor eclesial de Bilbao y el tesorero. Vemos que es difícil hacer un diagnóstico compartido. No depende de los países, sino de las diócesis y de la apertura del consejo pastoral y el obispo.

En la Tribuna Joan Carrera, el teólogo Jesús Martínez comentó la escasa participación de la iglesia latinoamericana en el Sínodo…

¡En la Asamblea Eclesial sí que hubo una participación laical muy fuerte! En plena pandemia, en formato virtual y de muchas parroquias, con más de sesenta mil personas. Después un grupo hizo la síntesis. Y otros, para darle homogeneidad, terminaron peinándolo. El teólogo argentino Carlos Gali, que está en la Comisión Pontificia Internacional de Teología, controló lo que salió.

Otra cosa muy interesante que no se conoce demasiado fue la convocatoria del Sínodo de los laicos en Chile. A raíz de la visita de Francisco, y como no salió con nada del problema de los abusos, la gente se organizó y se fue a Roma. La acción de los laicos chilenos cambió la posición del Papa en relación a los abusos.

Martínez también habló de la necesidad de permanecer en la Iglesia a pesar de que haya cosas que cuesten…

Incluso mis hijas me preguntan: “¿Qué sentido tiene? No vale la pena”. Y yo creo que para cambiarla, hay que estar dentro. Es una cosa demasiado seria e importante para la humanidad para dejarla desatendida. ¿Cómo hacer para volver siempre al mensaje? En el tema de la mujer: si se viviera como vivió Jesús, otro mundo sería. Si los cristianos, y en particular los consagrados, vivieran y tuvieran la relación con las mujeres como la tenía Jesús, sería otro mundo. Hay que leer el Evangelio, ver como Jesús se acercaba a las mujeres, cómo les hablaba. ¿Qué diferencia hacía con ellas? Ninguna. Ese es el modelo. Lo esencial es el mensaje de Jesús, el camino que nos presenta, su experiencia.

¿Y cuál es su experiencia personal? ¿Qué ha marcado su vida de fe?

Justamente la experiencia de una Iglesia sinodal, la de Montevideo de los años ochenta. Después del Concilio se produjeron una gran cantidad de sínodos en América Latina y también el proceso pastoral del arzobispo Carlos Parteli creando comunidades de base en todas las parroquias. Había diez mil personas en Montevideo pensando en la realidad del país y como vivir el cristianismo, y vino un proceso de represión muy fuerte sobre la Iglesia. En un momento hubo más curas presos que en ninguna diócesis de Uruguay. Yo empezaba entonces la universidad, tenía dieciocho años y abrí los ojos. Me marcó ese modelo de pastor, de Carlos Parteli, pero también los curas tenían una visión distinta: había una relación mucho más horizontal.

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