Domingo de Pentecostés. Ciclo B
Barcelona, 24 de mayo de 2015
Hablar del Espíritu Santo es hablar de lo que podemos experimentar de Dios en nosotros.
El Espíritu es Dios actuando en nuestra vida:
–la fuerza
–la luz
–el aliento
–la paz
–el consuelo
–el fuego que podemos experimentar en nosotros y cuyo origen último está en Dios, fuente de toda vida.
Esta acción de Dios en nosotros se produce casi siempre de forma
–oculta
–silenciosa
–y muda.
El mismo creyente sólo intuye una presencia casi imperceptible.
A veces sí que nos invade la certeza exultante, la alegría, la confianza total de que
–Dios existe
–Dios nos ama
–todo es posible
–incluso, la vida eterna.
El signo más claro de la acción del Espíritu es la vida.
Dios está allí donde la vida se desvela y crece, donde se comunica y se expande.
El Espíritu Santo siempre es Dador de vida
–dilata el corazón
–ressuscita lo que está muerto en nosotros
–despierta el que duerme
–pone en movimiento lo que había quedado bloqueado.
De Dios siempre estamos recibiendo nueva energía para la vida, nuevas sorpresas, nuevas y renovadoras esperanzas.
El Espíritu conduce a la persona a vivir todo de una forma diferente: desde una verdad más profunda, desde una confianza mayor, desde un amor más desinteresado y noble, más sacrificado y alegre.
Para bastantes, la experiencia fundamental es el amor de Dios y lo dicen con una frase tan sencilla como "Dios me ama".
Esta experiencia les devuelve su dignidad indestructible
–les da fuerzas para levantarse de la humillación y el desánimo
–les ayuda a encontrarse con lo mejor de ellos mismos.
Hay otros que no pronuncian la palabra "Dios" pero experimentan una confianza fundamental que les hace amar la vida y las personas a pesar de todo, que les ayuda a afrontar los problemas y a buscar el bien de todos.
Nadie vive privado del Espíritu de Dios.
–en cada persona está Él abriéndonos al mejor vivir y a la fraternal convivencia.
Este es el mensaje y la tarea de la fiesta de Pentecostés
–abiertos al mejor vivir
–abiertos a la fraternal convivencia
¿Nos abrimos nosotros?