Comentario a la primera lectura del domingo 16.º durante el año. B
Para situar el texto correspondiente a los primeros versículos del capítulo 23 del libro de Jeremías que leemos en la primera lectura de este domingo (Jr 23,1-6), puede ser interesante recordar los cinco últimos reyes de Judá antes de la caída de Jerusalén en el año 586 a. C.., estos fueran Josias, Joacaz que el texto de Jeremías denomina Salum , Joaquim, Jeconias y Sedequias. De los cinco tres son objetivo de las críticas del profeta que en el libro de Jeremías están colocadas inmediatamente antes del texto que nos ocupa. De hecho, nuestra lectura acaba con la promesa de un rebrote de la casa de David. Lo que quiere decir el profeta es: todos estos reyes lo han hecho fatal y han sido los causantes de las desgracias que, fomentando la apostasía y la idolatría, han caído sobre la casa de Judá. El castigo de Dios no se ha hecho esperar y ha sido en forma de una invasión extranjera y la deportación fuera de la tierra prometida, la tierra de Israel. A pesar de todo, no todo está perdido. La promesa de un descendente de David abre la esperanza a unos tiempos nuevos de paz y de prosperidad.
Los reyes mencionados en el capítulo 22 son los pastores que “maltratan y dispersan las ovejas de mi manada” (v.1). Pacer quiere decir dedicación, trabajo ingrato y arriesgado. Sin pastor, las ovejas tienden a ir por su cuenta y a menudo se dispersan; están indefensas ante los depredadores por eso necesitan los pastores que las defiendan y las conduzcan a lugares donde hay agua y buenos pastos. Esta cura que los pastores tienen con sus ovejas hace que los pastores se hayan convertido en imagen de los líderes religiosos y políticos: reyes, sacerdotes y profetas. Lo vemos a 2 Sa 5,2 texto particularmente relevante en cuanto a presentar a David como rey pastor: “Ya antes, cuando Saül todavía era nuestro rey, tú (se refiere a David) dirigías las campañas de Israel. El Señor te había dicho: "Tú pacerás Israel, mi pueblo; tú serás su soberano." También Sl 78,71; Is 44,28; Jr 2,8.
Otros profetas se valdrán de la imagen de los pastores para criticar los dirigentes del pueblo. Esto lo hará Ezequiel (34) y la imagen llegará hasta el Nuevo Testamento en el evangelio de Juan (10).
La crítica al rey Jeconias acaba diciendo: “Inscribid a este hombre como un estéril, como uno que ha fracasado en la vida, porque no ha sido capaz de dar un descendiente que se sentara en el trono de David y gobernara todavía a Judá.» (22,30). Pues bien, después de estas palabras y de la denuncia de los pastores ineptos el profeta, a fin de consolar a sus patriotas, proyecta una era futura en que surgirá un rebrote de David que pacerá defendiendo el país, el derecho y la justicia.
Es importante que sea un rebrote de David. A pesar de algunas acciones reprobables - mandó matar Urias para conseguir Betsabé (2Sa 11), ordenó un censo en contra la voluntad de Dios (2 Su 24,1-15), a pesar de que de entrada lo había perdonado estuvo implicado en la muerte de su hijo rebelde Absalom (2Sa 18,1-18) – David fue el rey ideal porque el Espíritu del Señor se había apoderado de él ( 1Sa 16,13).
Para entender bien la promesa de un descendiente de David hay que tener en cuenta el doble nivel en que se mueve la profecía. Un nivel histórico hace referencia a la restauración que se aconteció desprendido del exilio; en este caso los pastores serán Zorobabel, Josué, Esdras, Nehemias que colaborarán directamente en la repatriación y restauración de la vida de la nación. Pero hay un segundo nivel que se mueve en el plan teológico. Este ofrece una perspectiva más amplia del mesianismo. Según esta perspectiva, el mesías es un ser celestial que actúa según los dictados de Dios y tiene como misión primordial liberar los justos y ejecutar el juicio contra los poderes opresores del pueblo de Dios.
Este tipo de mesianismo entendido en el sentido más amplio, menos terrenal y más celestial será el que se irá imponiendo en la historia del pueblo de Israel.
Domingo 16.º durante el año. 21 de Julio de 2024