Comentario a la primera lectura del domingo 15 durante el año B
El libro del profeta Amós es el más antiguo de los libres proféticos. Entre quienes conozcan los textos de Amós, la imagen más común del mismo es la del profeta de la justicia, del defensor de los pobres y oprimidos. Es famoso el pasaje donde se encara con las mujeres de Samaria comparándolas con las vacas de Basan (4,1-3). A causa de su enfrentamiento con el sacerdote del santuario de Betel (Am 7, 10-17), es igualmente un ejemplo del conflicto típico que opuso a los profetas y los sacerdotes funcionarios del rey, hasta el punto que esta escena, de una fuerza extraordinaria, expone, en un cuadro simbólico, algunas características del ministerio profético. Es el texto que leemos en la primera lectura de este domingo (Am 7,12-15).
Todo empieza con una visión seguida de una amenaza contra Israel y su rey: “Devastaré los recintos sagrados de los descendentes de Isaac, derribaré los santuarios de Israel y me levantaré con la espada contra la dinastía de Jeroboam” (7,9). El episodio es algo más amplio del que recoge la lectura litúrgica. Se puede repartir en las siguientes fases: 1) vv. 10-11. El sacerdote Amasías envía un aviso al rey enterándolo de las palabras del profeta; 2) vv. 12-13. Palabras del sacerdote dirigidas al profeta conminándole a abandonar la misión; 3) vv. 14-15. Respuesta del profeta; 4) vv.16-17 (ya fuera la de la lectura litúrgica). Ampliación del mandato de predicar a Israel y vaticinio del exilio y la deportación de los habitantes del reino del norte.
Amós explica que el Señor le dijo: “Ve a profetizar a mi pueblo de Israel”. A pesar de que esta orden es clásica de los relatos de vocación profética, no se puede considerar que el llamamiento de Amós se pueda incluir dentro de este género literario. Es más adecuado considerar este relato como la contraposición entre dos concepciones de la profecía.
Amasías considera que Amós es un vulgar vidente que ejerce la profesión para ganarse la vida. La palabra “vidente” (“chozeh” en hebreo) tiene un tono despectivo y es diferente a la palabra “nabí” que es la que propiamente define al profeta bíblico.
La respuesta de Amós puede ser leída de dos maneras. Textualmente dice: “No profeta yo y no hijo de profeta sino que pastor y recogedor de higos de sicomoro”. Si se traduce en pasado: “yo no era”, se entiende que Amós no era profeta y adquiere la condición de “nabí”, profeta en momento en que Dios lo llama y lo envía a profetizar a Israel. Si se traduce en presente: “yo no soy” significa que Amós se sitúa fuera del colectivo de profetas o de grupos de profetas profesionales. Él ha sido llamado a profetizar y a llevar la palabra a Israel de parte de Dios pero sin identificarse con los profetas profesionales. Él actúa con una total libertad e independencia. Si profetiza no es por gusto, ni por profesión, ni por necesidad material sino que lo hace como respuesta al llamamiento imperioso de Dios que lo ha enviado a profetizar a la casa de Israel.
La reacción de Amasías es la típica del funcionario fiel a su amo, el rey. Él actúa coma cuidadoso guardián de un territorio donde el rey es el amo y por tanto controla todo lo que en él se hace. Amasías no puede tolerar que haya una intromisión que cuestione la actuación real. Podía haber hecho matar al profeta pero lo exilia para que haga el trabajo en otro lado.
La rivalidad de Amasías y Amós nos lleva a considerar las tensiones entre profecía y realeza. Quizás mejor dicho: entre profecía y poder. Siempre las ha habido, las hay y las habrá. Un ejemplo claro en el Antiguo Testamento es la confrontación del profeta Natán con el rey David cuando el profeta le reprocha haber matado a Urias (2Sa 12,1-15). La palabra profética es incómoda, no gusta lo que dice por eso el poder buscará las mil y una maneras de silenciarla.
Domingo 15 durante el año . 14 de Julio de 2024.
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