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Comentario a la segunda lectura del domingo 29 durante el año. B

Seguimos leyendo en la segunda lectura de este domingo un fragmento de la carta a los Hebreos (He 4,14-16). Tres versículos que permiten dividir en tres partes el pequeño texto. En el primero se afirma que Jesús es el gran sacerdote; el segundo versículo habla de Jesús parecido a nosotros por el hecho de haber sido tentado y en el tercero se invita a acercarse al trono de la gracia para recibir los beneficios.

Empieza el texto diciendo “Mantengamos firme la fe que profesamos”. Cuando se invita a mantener firme la fe es que existe el peligro de perderla. Efectivamente los cristianos hebreos lectores de la carta están pasando por un mal momento quizás debido las persecuciones de las que habla la misma carta en el capítulo 10: “os convertiréis en espectáculo para la gente cuando sufríais oprobios y persecuciones” (10,33). Otra causa puede ser cierta desgana que hace que el autor de la carta les diga que se han vuelto indolentes (5,11; 6,12). Los cristianos a quienes se dirige la carta están decepcionados por lo que les ofrece el cristianismo y echan de menos la grandiosidad del culto del templo de Jerusalén que ha sido destruido. Por qué se han acabado los sacrificios que durante tanto de tiempo se ofrecieron a Dios?. El autor de la carta quiere dar respuesta y animar a no desfallecer en la fe cristiana presentando la muerte de Jesús en la cruz como el auténtico y definitivo sacrificio, el que realmente merece la pena.

Algunos estudiosos de las religiones explican que el templo tenía su prototipo en el cielo. La religión de Israel no fue ajena a esta convicción y así en el libro del Éxodo, refiriéndose al tabernáculo del desierto dice: “el lugar donde tengo que habitar y todos sus objetos sagrados hacedlos iguales al modelo que te mostraré” (Ex 25,9). Y en cuanto al templo de Jerusalén, cuando David entrega a Salomón los planos del edificio del templo asegura que todas estas cosas le vinieron escritas de la mano del Señor (1Cr 28,11).

Así cuando el gran sacerdote, atravesando el velo, entraba al santo de los santos, lugar santísimo del templo de Jerusalén el día de la expiación, entraba de una manera simbólica en el cielo. El santo del santo era el lugar simbólico de la presencia de Dios en medio del pueblo. Jesús es comparado al gran sacerdote en el momento de entrar en el santo de los santos, pero Jesús no atraviesa ni entra en un cielo simbólico, ni se pone ante la presencia simbólica de Dios sino que Jesús entra en el cielo real y se pone ante la presencia real de Dios.

Que hubiera atravesado los cielos no hace de Jesús una persona ajena a la realidad humana. El autor de Hebreos lo expresa diciendo que Jesús fue capaz de compadecerse de nuestras debilidades y entre las debilidades humanas está la de ser tentado. El autor conoce la tradición evangélica de las tentaciones de Jesús que no se limitan a las tentaciones del desierto sino que fueron acompañando constantemente el camino de Jesús ( Mc 1,53; 8,33; 15,29-32). Jesús , pero con  una diferencia: nunca cayó en la tentación y, por lo tanto, no pecó.

En el templo de Jerusalén, antes de su destrucción por Nabucodonosor había en el santo de los santos el arca de la alianza. EL arca era considerada el trono de Dios. Un texto de Ezequiel resulta ilustrativo: “La presencia gloriosa del Señor llenaba el santuario ... alguien me hablaba desde el santuario y me decía: --Hijo de hombre, escucha. Este es el lugar donde tengo el trono, el escabel donde pongo los pies. Aquí habitaré por siempre jamás en medio de Israel” (43,4-7).

Cuando el gran sacerdote entraba al santo de los santos se acercaba al trono de Dios. Jesús, al entrar en los cielos, también ha accedido al trono de Dios, al trono verdadero y del que, tal como dice el texto, brotan la compasión, el favor y la ayuda. El trono ya no es un mueble de madera; es algo incomparablemente superior, es el trono de la gracia. Jesús ha hecho posible que a este trono todo el mundo se pueda acercar.

Domingo 29 durante el año. 20 de Octubre de 2024

 

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