Hay que situar la predicación del profeta Ezequiel alrededor de los años 592 a 571 entre los exiliados en Babilonia. No se sabe si retornó a Jerusalén, pero eso no quiere decir que no se preocupara por su situación y la de Judá. Seguramente mantendría contactos que le permitirían conocer los problemas religiosos y políticos de aquellos que habían comenzado la ardua tarea de la reconstrucción del templo y la ciudad. A ellos iban también dirigidos sus mensajes y enseñanzas. En la primera lectura de este domingo leemos un fragmento del capítulo 18 del libro bíblico que lleva su nombre (Ez 18,25-28). Todo el capítulo es una auténtica alteración de la doctrina veterotestamentaria de la retribución.
El planteamiento clásico de la retribución en el Antiguo Testamento lo encontramos bien descrito en un versículo del Deuteronomio que dice: "Yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos "(Dt 5,9). Según este principio, puede que los hijos no sean culpables, pero tengan que pagar por los pecados que cometieron sus padres o las generaciones anteriores. Esta manera de pensar cuajó en un dicho popular que el propio Ezequiel recoge al comienzo del capítulo: "Los padres comían uva verde y los hijos se les embotan los dientes" (v.2). Todo esto representaba un problema para los repatriados a Israel. ¿Cómo ilusionarse en la reconstrucción del país ?, ¿qué sentido tiene regenerar religiosamente la comunidad de Israel si, al fin y al cabo, serán castigados por Dios por pecados que cometieron los antecesores que provocaron el exilio?.
Todo el capítulo 18 pone en cuestión el dicho del versículo 2. Ezequiel aplica al campo de las relaciones con Dios lo que ya el Deuteronomio aplicaba el campo jurídico de las relaciones humanas: "Cada uno sólo podrá ser condenado a muerte por los crímenes que haya cometido él mismo "(24,16b). El planteamiento de Ezequiel que defiende que todo el mundo pague por lo que él personalmente ha hecho adquiere una nueva óptica cuando el profeta pasa del plano colectivo al plano individual. De ser Israel el pueblo que peca, ahora es el individuo. De la responsabilidad colectiva se pasa a la responsabilidad individual.
Los versículos 27 y 28 resuelven bien el problema que se plantea para los retornados en Israel. "Si el malvado deja de hacer el mal .... salvará la vida". No importa que los exiliados antecesores hubieran cometido los pecados que les reportaron la desgracia del exilio. Ahora ellos pueden rehacer la situación, no deben sentirse marcados indefectiblemente por las acciones buenas o malas que cometieron quienes les precedieron. "Si reconoce sus infidelidades y se convierte, no morirá, sino que vivirá". Lo que tienen que hacer es esto: reconocer el daño que se ha hecho y convertirse. La defensa de Ezequiel de la responsabilidad personal acentúa la justicia que otorga el premio o castigo por el buen o mal comportamiento individual, pero en detrimento de la repercusión que el pecado tiene en la colectividad, lo que tenía de bueno la tesis clásica de la responsabilidad colectiva. Dicho similarmente: las consecuencias de la transgresión quedan reducidas al campo estrictamente personal y se pierde la dimensión social y estructural del pecado al quedar diluida la repercusión que el actuar personal debe tener en el conjunto de la comunidad.
La conclusión de los vv 30-32 (que desgraciadamente no contempla la lectura litúrgica) marcan muy bien la meta del todo el capítulo 18 "Convertíos y apartaos de todas las infidelidades ... renuovad vuestro corazón y vuestro espíritu. No me gusta la muerte de nadie convertíos y vivid ". Palabras que, más allá de los oyentes de Ezequiel, adquieren un alcance universal y por ello fueron recogidas y bien guardadas en este libro bíblico.
Diumege 26 durante el año 28 de septiembre de 2014
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