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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

«La próxima vez que le des dinero a un sin techo, pero no le mires a los ojos, piensa que estás aliviando la necesidad material, pero no reconoces la humanidad que compartís el mendigo y tú.» (Francis Fukuyama). Existe la tendencia a pensar que la pobreza se resuelve exclusivamente a través de la economía. Es necesario, pero no basta. Peio Sánchez, rector de la Parroquia de Santa Anna de Barcelona, convertida en Hospital de Campaña, afirmó en el transcurso de la XVI Jornada del Grup Sant Jordi, celebrada a mediados de noviembre: «No se consigue ayudar a recuperar la dignidad de personas dando alimentos, sino compartiendo la mesa, estableciendo una relación personal y fraterna». Una necesidad de los pobres aun más profunda que la económica, incluso siendo extrema, consiste en ser valorados por su dignidad y recibir el reconocimiento como personas. Es decir, tal como Ralph Ellison subraya en su novela El hombre invisible, dejar de ser inexistentes como seres humanos iguales a los demás. Todos estamos en el mismo tablero de ajedrez, pero la mentalidad de las piezas más importantes asume sin escrúpulos que a hay que sacrificar a los peones.

El papa Francisco en su mensaje con motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres afirma: «Hay muchas pobrezas de los “ricos” que podrían ser curadas por la riqueza de los “pobres”, ¡si sólo se encontraran y se conocieran! Ninguno es tan pobre que no pueda dar algo de sí mismo en la reciprocidad. Los pobres no pueden ser sólo los que reciben; hay que ponerlos en condiciones de poder dar, porque saben bien cómo corresponder.» Una tarea indispensable es rehacer el tejido de afectos, trato humano, reconocimiento, confianza, aceptación, cercanía, mirar a los ojos, estrechar la mano… Caritas, más que una organización eclesial y sin dejar de serlo, es fundamentalmente una actitud: el amor que se abre a la dignidad del otro y le reconoce como persona. Los servicios sociales, con motivo de la pandemia, acaso han olvidado que las necesidades de los pobres no se resuelven con el teletrabajo, sino con el cara a cara, la proximidad y el cariño.

Lluís Serra i Llansana – CC – 28 de noviembre de 2021 – núm. 2201 – pág. 24.

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