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La Ascensión. Ciclo C.
Barcelona, ​​8 de mayo de 2016.

¿Quién puede escapar del progresivo envejecimiento? Nadie.
Todos nos vamos haciendo viejos. Pero no todo el mundo envejece de la misma manera.

Hay muchas formas de vivir la última etapa de la vida.
Casi siempre se envejece como se vive
–de forma crispada o paciente
–en actitud pesimista o bien esperanzada
–con un espíritu triste o confiado.

¿Qué es lo más lamentable?
Que la sociedad sólo nos prepara para la primera parte de la vida. Se nos enseña
–a trabajar y a competir
–a luchar
–a salir adelante.

Pero no a vivir con acierto esta fase en la que culmina nuestra vida.
La mayoría de personas van llegando a su vejez, en su ancianidad sin ninguna guía ni preparación.

En general, la ancianidad provoca muchos temores, muchos miedos, muchas temores.
No es sólo la progresiva decadencia física y psíquica lo que da miedo. La verdadera crisis es necesario detectarla a niveles más profundos.
Desaparecen poco a poco
–el vigor
–la seguridad.

Y empieza otra etapa mucho más desvalida, mucho más incierta.
La persona no puede apoyarse en sus fuerzas como en otros tiempos
–debe fiarse de los demás
–y depende de los demás.

Pero, además, el viejo empieza a presentir su muerte de forma más consciente y personal. Es en su propia carne donde experimenta que su vida se acaba.
Ya no hay tiempo para hacer grandes proyectos. Ahora llega el fin.

Por ello, no es suficiente aprender a vivir con las limitaciones propias de la vejez. Ni es suficiente encontrar los mejores remedios para hacerla más o menos soportable o, incluso, agradable.
Llega la hora de la verdad. El momento de hacer un balance sereno de la vida y despedirse de este mundo en paz.
La vejez no es nada fácil. Pero puede ser la gran oportunidad de coronar la vida positivamente.

El verdadero creyente la vive como un tiempo de gracia. Porque también en esta vejez hay Dios como Amigo y Salvador.
Al final del final sólo Dios puede consolar y salvar.
Tal vez sea este el paso decisivo que el anciano creyente debe dar en el secreto de su corazón.

Mi vida se acaba.
Sólo en Dios puedo poner mi confianza.
Él debe ser ahora más que nunca mi salvador.

Blai Pascal, en su meditación sobre el misterio de Jesús, dice: "Llegará un momento en el que los médicos ya no podrán curarte. Pero yo, Jesús, te salvaré por la vida eterna."

Hoy, fiesta de la Ascensión de Jesús en la vida de Dios Padre, puede ser bueno recordarlo. Y aceptarlo.
¡Comencemos a preparar para ello!

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