(Catalunya Cristiana) Como el protagonista de la película Carros de fuego, también los Juegos Olímpicos de Londres ha habido este verano al menos un deportista que ha vivido la competición al máximo nivel como ocasión privilegiada de glorificar a Dios. Se llama Carlos Ballbé y es seminarista de Barcelona. Su caso es insólito, especialísimo, como especial es también su historia vocacional. Nacido en el seno de una familia católica y educado en colegios religiosos, la vida cristiana de este egarense no ha sido, durante su juventud, precisamente modélica. Todo cambió en el verano de 2005 cuando peregrinó a Medjugorje para cumplir una promesa. Dos años más tard, en ese mismo aldea de Bosnia, cuando se encontraba en el mejor momento de su exitosa carrera deportiva, sintió con fuerza la llamada al sacerdocio.
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