(Càritas Barcelona) Càritas Barcelona Entrevista a Albert Sales, autor de la Diagnosis 2011. La situación de las personas sin hogar en Barcelona el 8 de noviembre y la evolución de los servicios residenciales.
-¿Todos y todas somos susceptibles de terminar en la calle?
Antes se podía hablar de un perfil clásico de persona sin hogar. Era alguien que acumulaba una serie de situaciones: perder el trabajo, los lazos con la familia, un entorno social deteriorado, la soledad... Ahora, no obstante, hay varias formas de llegar a la calle: encontramos desde personas inmigrantes en una situación administrativa irregular hasta gente que sufre el que se denominan las nuevas formas de la pobreza y que llevan encadenando relaciones laborales precarias, periodos de paro, familias que pasan largas etapas viviendo de la economía sumergida sin generar ningún mecanismo de protección social...
Con esta crisis, cada vez son más las personas que se encuentran en el último peldaño antes de llegar a la calle. Y cada vez habrá más personas que en diferentes momentos de su vida pasarán por episodios de pobreza. Las personas que viven en una situación de sin techo son la punta del iceberg de la pobreza y de la exclusión social. En el estudio presentado hace una semana, hablamos de las personas que viven en la calle, en determinados recursos residenciales y en asentamientos. Pero no hemos contabilizado las que viven, por ejemplo, en una presión, en casas de acogida porque sufren violencia de género, las personas a punto de ser desahuciadas...
-Estas reflexiones nos hacen conscientes de que tener un techo no significa vivir en un hogar.
Es que para mí, el debate no debería centrarse en las situaciones de sin techo sino en la exclusión residencial. Actualmente, se detectan muchas situaciones de tensión que son fruto de esta exclusión: personas con hijos que tienen que volver a casa del padre y de la madre, gente que depende económicamente de las pensiones de sus abuelos y abuelas... Ya lo apuntó el sociólogo alemán Ulrich Bech en los años 80 cuando habló de la sociedad del riesgo. Ha desaparecido la estabilidad, en muchos ámbitos. En el terreno económico, hay mucha gente que no cae en la pobreza gracias a las generaciones anteriores que la disfrutaron y que han acumulado cierto patrimonio.
-¿Es posible llegar al punto en el cual nuestra sociedad garantice un hogar para todo el mundo?
El actual sistema económico es una maquinaria de la exclusión social o sea que el que planteas es inviable sin cambios profundos en la manera de entender las relaciones humanas. Mientras estemos bajo el paraguas del neoliberalismo, cualquier cosa que hagamos en relación a la acción social sólo supondrá poner parches. El poder de las instituciones financieras prioriza la rentabilidad de las empresas y no tiene en cuenta a las personas. Los recortes responden más a decisiones ideológicas que a propuestas técnicas de mejora y éstas acabarán teniendo un impacto muy negativo en la cohesión social.
-¿Cómo cree que se tendría que afrontar el fenómeno de los desahucios?
No es suficiente reforzar los recursos públicos para hacer frente a esta situación. Es necesario, por ejemplo, desbloquear el debate de la dación en pago y utilizar los recursos residenciales ya existentes que no salen al mercado y que se están deteriorando: los pisos vacíos de promotoras, bancos, inmobiliarias... no afloran para que los precios se mantengan artificialmente.
-Ante esta situación de fragilidad económica y de vulneración de los derechos personales, ¿qué perspectiva de futuro augura?
Un aumento de las desigualdades sociales. Si seguimos manteniendo el ritmo de los recortes sociales y los servicios básicos se continúan deteriorando, esta será la tónica predominante. El Estado está abandonando los mecanismos de redistribución de la riqueza y de creación de igualdad de oportunidades como los servicios de atención a las personas o la educación pública. Las políticas de austeridad, además, nos abocan al círculo vicioso del empobrecimiento. Los recortes acaban reduciendo la capacidad adquisitiva de las personas. Compramos y consumimos menos y esto afecta especialmente a la Pequeña y Mediana Empresa, que son las que generan más puestos de trabajo. Para romper este círculo vicioso se nos propone la fórmula mágica de la internacionalización de las empresas catalanas. Es como aconsejar a una bodega del Penedès que exporte sus vinos a la China y a Brasil para que los consuman los nuevos ricos de estos países y decirles a los catalanes y catalanas que tendrán que pasar con vino de cartón.
-¿La solución pasa pues por actuar en el ámbito local y dejar de ser tan globales?
Ciertamente, pero no sólo en el terreno de la economía sino en cuanto a las relaciones humanas. Hay que potenciar los vínculos comunitarios para conseguir la cohesión social desde el trabajo con los barrios. Hay experiencias que ya funcionan muy bien como las Redes de apoyo mutuo, grupos de personas que se encuentran de forma regular para ayudarse las unas a las otras. Una persona con estudios universitarios que está en el paro ayuda a un o una jubilada a “descifrar” una carta del banco, por ejemplo. El futuro pasa por la solidaridad, por compartir y vivir en estrechada relación con nuestro entorno creando vínculos de colaboración. Un gran reto: hasta ahora, en las acciones del 15-M ha predominado, básicamente, un perfil de persona joven, con estudios universitarios. ¿Por qué no implicar en esta lucha a las personas que viven en la exclusión social? Hace falta que seamos nosotros, las personas, las que cohesionamos la sociedad haciendo que todo el mundo juegue un papel en la lucha por la transformación social.
-¿Cómo afectarán los recortes a la cohesión social?
Erosionan la igualdad de oportunidades. A pesar de que en nuestra sociedad, el origen social siempre ha marcado las oportunidades de las cuales las personas disfrutan a lo largo de la vida, el deterioro de los servicios públicos básicos como la sanidad o la educación harán todavía más importante aspectos como el patrimonio o las relaciones sociales a la hora de definir la trayectoria vital de cada uno. Para poner un ejemplo, en un sistema educativo universal y de calidad, los niños con problemas de aprendizaje reciben el apoyo necesario dentro de la escuela. En nuestro modelo, y más todavía con el que está a punto de llegar, el niño con problemas de aprendizaje recibirá apoyo en función de si su familia lo puede pagar.