Estos días, sobre todo por motivos de trabajo (un trabajo agradecido, ya veis) y coincidiendo con la campaña electoral, he escuchado varias intervenciones de Lluís Duch, a raíz de su nuevo libro Religión y política, que aprovecho para recomendar, aunque quede mal, porque es un libro fundamental para saber dónde estamos y, de paso para diagnosticar los tics "religiosos" de la política y los políticos de la religión. Pero no quería hablar de eso, sino de una de las aportaciones de Duch, desde hace años, y que ha repetido en estos encuentros. Se trata de la "condición adverbial" inherente al hombre y que resumiríamos así: somos hombres (o mujeres) porque vivimos -conscientemente- en un determinado espacio y tiempo (del 'como', 'cuando', 'quién', 'dónde' ...), con su contingencia, con su cedazo cultural (otra aportación de Duch es que no hay posibilidad humana "extracultural" y que, por tanto, todo lo "inexpresable" lo tenemos expresar con los términos limitados de nuestra cultura), con su perspectiva, provisionalidad, etc ...
Y el pasado lunes, en Mataró, Albert Sáez, subdirector de El Periódico, en una de las actividades con motivo del 25 aniversario del programa "Creure avui", de m1tv, nos hizo notar como, para él, una de las caracterísicas de la deshumanización es la pérdida de límites del tiempo y el espacio que vive nuestra cultura (por cultura entiendo los códigos que usted, yo y el resto de ciudadanosnos relacionamos). Ponía ejemplos del uso conjunto términos antagónicos o extraños que utiliza el lenguaje (el caso de "tiempo real", o el "no lugar") para preguntarse, a continuación, qué tipo de hombres somos, claro, perdidos en tiempo que no sabemos si son reales o no o en lugares que tampoco sabemos si estamos pisando, siguiendo el ejemplo. El extraordinario estallido de los sistemas de hiperconexión a través de la red, con las "virtualizaciones", ayuda progresivamente a esta tendencia.
A mí, contrariamente a lo que parece, este escenario creo que sigue la lógica deshumanizadora de la pérdida de coordenadas espacio / tiempo. Pongo dos ejemplos. Primero, el de los programas. En muchos casos, cándidos, voluntaristas, sin dar valor al legado político ni al consenso, lineales, deslumbrantes, populistas, etc ... Segundo, el del rechazo de la política compleja y relativa (que a mí me parece la única posible, en democracia). La política no será nunca una elección entre bueno o malo sino, yendo bien, y sin saber cuál es cuál, entre el malo y el menos malo, a ver si nos entendemos. Bueno, no parece que se vea así, ahora, en este más allá de las coordenadas espacio / tiempo que se ve tan "claro" lo bueno y malo de cada cosa. Algunos lo llaman "utopía" (o "independencia"). Ya digo que son unos cándidos. De este tema hablé (aquí) cuando salió el famoso Procés Constituent*, hace un año y creo que ahora va a más.
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