Comentario a la primera lectura de la Festividad de la Transfiguración del Señor.
La literatura apocalíptica aparece en tiempos difíciles y de persecución. El libro de Daniel del que leemos un fragmento (Dn 7,9-10.13-14) en la primera lectura de hoy, festividad de la Transfiguración del Señor, proviene de la época (165 aC) cuando Antíoco IV Epífanes profanó el templo e intentó imponer prácticas religiosas paganas a los judíos. Aunque la literatura apocalíptica puede parecernos extraña, la palabra apocalipsis significa revelación. La literatura apocalíptica suele proclamar un mensaje de esperanza en un lenguaje codificado que no es comprensible excepto para los conocedores y, por tanto, poco probable que provoque la ira de las autoridades hostiles.
La literatura apocalíptica suele reflejar un fuerte dualismo: el bien contra el mal. Presenta visiones dramáticas llenas de símbolos (números, colores y animales) códigos que deben ser explicados o interpretados. Ve el tiempo, no como cíclico (como pensaban otras culturas), sino como un movimiento lineal hacia el juicio final de Dios, sobre todo destinado a distinguir a los justos de los impíos idólatras y a castigar a las naciones que han perjudicado al pueblo escogido de Dios y no han reconocido la soberanía del Señor. Mantiene la esperanza para los fieles que ahora sufren, pero que al final recibirán una recompensa divina.
El género apocalíptico penetró en la literatura judía. Lo hizo con textos esparcidos por varios libros del Antiguo Testamento y con el libro bíblico de Daniel. El género también está intensamente presente en la literatura apócrifa intertestamentaria.
El libro de Daniel puede dividirse en tres partes: la primera (cc 1-6) recoge seis relatos; la segunda parte (cc. 7-12) presenta cuatro visiones. El texto que leemos hoy corresponde a la primera de estas visiones: la visión de las cuatro fieras, el trono del anciano y el Hijo del hombre. El libro, tal y como lo tenemos, termina con el relato de Susanna (c.13) y el relato de Bel y el dragón (c.14).
El capítulo séptimo comienza con la visión de cuatro bestias extrañas. De la cuarta bestia salen diez cuernos y uno más pequeño que seguramente hace referencia a Antíoco IV Epífanes destacado por su insolencia. La visión da un giro – y aquí comienza nuestra lectura – y se traslada a un escenario celestial. La escena se inspira en la iconografía oriental en la que el rey soberano, dueño de todo, está sentado en un trono. Aquí es un anciano cargado de años el que se sienta en uno de los tronos que alguien ha colocado. Las canas del anciano y los muchos años son un símbolo de eternidad. Antiguamente se valoraba la sabiduría de los ancianos por eso los muchos años son símbolo de sabiduría y poder. El color blanco del traje hace referencia a todo lo que tiene que ver con el mundo celestial. Todo lleva a identificar la figura del anciano con Dios.
El fuego se utiliza en la Escritura para hablar de la presencia de Dios (Gn 15,17; Ex 3,2; 13,21; 19,18; 1 Re 18). El fuego da vida, calienta, pero descontrolado puede convertirse en una fuerza poderosa destructiva y en este sentido en la literatura apocalíptica es símbolo de juicio y condenación. En el texto que nos ocupa el fuego se refiere al juicio al que serán sometidas las naciones simbolizadas por las bestias. La lectura litúrgica omite los versículos 11 y 12 donde están claras las referencias al juicio cuando se menciona el tribunal que se sienta, los libros abiertos y las bestias que son privadas de su poder.
En la Escritura hebrea el término "mil" se utiliza para cuantificar un número muy grande. “Mil miles” o “diez mil miríadas” lleva a pensar en un número incontable de los servidores y asistentes que rinden homenaje a la grandeza y gloria del Anciano. Se intuye que son muchos más que todos los que pudieran reunir todas las bestias juntas.
En el transcurso de esta ceremonia celestial aparece la figura del Hijo del Hombre. En el libro apócrifo de Henoc el Hijo del Hombre es una persona preexistente, con gran poder, Elegido de Dios y que ejercerá de juez universal al final de los tiempos. Aquí simplemente se identifica con los santos del Altísimo. En contraste con las bestias privadas de poder, el Hijo del Hombre recibe el poder la gloria y la realeza que hasta ahora han tenido éstas; poder eterno y reino que no se deshará.
Festividad de la Transfiguración del Señor. 6 de Agosto de 2023