La elección de las lecturas litúrgicas de los domingos de cuaresma se rige por el interés que despiertan los contenidos de los textos, con lo cual algunos textos bíblicos son leídos con total indiferencia respecto a otros, que pueden afectar o están relacionados. Esto ocurre este quinto domingo de cuaresma, ciclo C, al leer unos versículos de una glosa (Flp 3,8-14), insertada en la carta a los Filipenses, de la que leímos también un fragmento el segundo domingo.
La intención global de la glosa es desautorizar los argumentos de un grupo pro judío, que defendía a ultranza el valor de las prácticas judías, por encima de la decisión personal, que lleva a la fe en Jesús. El autor de la glosa no encuentra mejor manera de desautorizar los judaizantes que presentar Pablo como un ejemplo del judío, que ha superado con firmeza el paso del judaísmo a la fe en Jesús. Si él lo hace hecho, también lo pueden hacer otros.
Podemos repartir los versículos de la lectura en tres partes. La que mira hacia el pasado: vv. 8-9; la que afecta al tiempo presente: vv. 10-11 y la que apunta al futuro: vv. 12-14. El autor de la glosa deja muy claro que en Pablo hay un antes y un después. El antes la ha descrito en los vv. 5-6, donde, entre otros datos, dice de él: "en el cumplimiento de la justicia que prescribe la ley era irreprensible". En el después hace ver que todo lo que podían haber sido ventajas (este cumplimiento irreprensible de la ley) se convierte en una escoria (expresión muy dura), cuando se trata de adquirir el conocimiento de Cristo.
El versículo 9 es un compendio extraordinario de la doctrina de la justificación, expuesta más extensamente por Pablo en las cartas a los Romanos y Gálatas. Para entender el sentido del término justicia, hay que tener presente que lo más esencial en la existencia de un judío es el estado en que queda delante de Dios. Éste puede ser de justicia o de pecado y así queda adquiere la condición de justo o pecador. En el caso de ser justo, su futuro es la vida, si pecador, la muerte. Lo que determina el estado en que se queda delante de Dios es el cumplimiento de las prescripciones que prescribe la ley. Lo dice muy claro el libro de Ezequiel: "sigue mis preceptos, observa mis decretos y los pone en práctica. Este hombre justo, vivirá. Lo digo yo, el Señor "(Ez 18,9). Este cumplimiento de la Ley deviene inútil y estéril cuando se trata de adquirir el conocimiento de Jesús. Esta es la experiencia de Pablo, que el autor de la glosa esgrime ante los judaizantes.
El conocimiento en el presente no debe entenderse como un conocimiento esencialmente teórico, sino como una experiencia profunda, que afecta a la totalidad de la persona. Aquí conocimiento describe la relación profunda, que se establece entre el conocedor y el conocido. Esta es tal, que permite hablar de configuración. Vale la pena ahondar en el significado de este término. No se trata de un simple intento de imitación, sino de tomar la misma "forma" de Jesús, es decir, tomar la misma modalidad de existencia. El término indica que la identificación con Jesús es total, sin reservas, en todos los niveles de la persona y en las circunstancias más difíciles: el sufrimiento y la muerte.
El conocimiento de Cristo lleva a Pablo a ver las cosas de otra manera. La adhesión a Cristo no se hace en dos días. Es un proceso encaminado a un fin, descrito con la imagen de la carrera, bien conocida de los lectores y usada por Pablo en 1Co 9,24-26. Al igual que el atleta no mira atrás y tiene puesta la mirada en la meta, Pablo no mira el judaísmo, que ha dejado porque está orientado hacia un objetivo muy claro.
Domingo 5 º de Cuaresma
17 de Marzo de 2013