En la segunda lectura de hoy leemos un fragmento de la segunda carta a Timoteo (2 Tm 2,8-13). El autor supone que Pablo está preso en Roma y se acerca la hora de su muerte: "ha llegado la hora de mi partida" (4,6). Esta situación determina el estilo literario de la carta, que permite sea considerada como un discurso de despedida. Este género literario se encuentra en otros lugares de la Biblia. En el Antiguo Testamento, el libro del Deuteronomio puede leerse como un gran discurso de despedida de Moisés, el capítulo 23 de Josué y el 12 de 1Samuel incluyen los respectivos testamentos de estos personajes. En el Nuevo Testamento el ejemplo más claro se halla en los capítulos 13-17 del Evangelio de Juan y en la literatura extra bíblica en el apócrifo Testamento de los doce patriarcas. El esquema que suelen seguir estas obras suele ser siempre el mismo: Un personaje prestigioso reúne los discípulos antes de su muerte y les da exhortaciones e instrucciones para cuando él falte. Pablo, pues, antes de su muerte, da consejos e instrucciones a Timoteo, que han de servir para el buen funcionamiento de las comunidades, que yo no son las de los tiempos primeros.
En los versículo 8b -10a Pablo es presentado como un modelo, hecho habitual en este género literario. En las cartas pastorales, el autor lo hace a menudo porque interesa presentar un modelo acreditado y dar verosimilitud a la autoría de Pablo. Al igual que Jesús fue condenado como un malhechor (Mc 15,27), Pablo también lo está y así como la muerte de Jesús no fue impedimento para su resurrección (mencionada en el v.8), el encarcelamiento de Pablo no es impedimento para la expansión de la Palabra de Dios. Es más, el encarcelamiento otorga fuerza y eficacia a la predicación de esta Palabra.
La expresión "Palabra de Dios" es una expresión bíblica, que almacena una riqueza conceptual, que no permite limitarla al contenido de los libros bíblicos, aceptados en el canon y por tanto considerados inspirados por Dios . En la "Palabra de Dios" se implica la palabra creadora de Dios (Gn1), que no retorna a Dios sin haber cumplido lo anunciado (Is 55,11). Es la palabra que, recibida por los profetas, se convierte en predicación (Jr 15,16; Ez 24,1). Lucas usa a menudo esta expresión otorgándole un sentido muy cercano al que tiene en nuestro texto (Hch 4,31; 6,2.7; 12,24; 13,5.7.46; 18,11). Es indicativa de la predicación de los apóstoles a las primeras comunidades basada en el mensaje y enseñanza de Jesús, vinculada a su muerte y resurrección. En la primera carta de Pedro, un texto cercano en el tiempo a 2 Tm, encontramos una construcción que identifica la Palabra de Dios con el evangelio (1 P 1,25). En la elaborada teología de Juan la Palabra de Dios es el mismo Jesús (Jn 1,14). El texto que comentamos muestra que Pablo, predicador del Evangelio, ha sido encadenado pero lo que no puede estar encadenado es el evangelio, porque este es Palabra de Dios, que, visto lo que significa, tiene fuerza suficiente para no estar nunca encadenada.
La lectura litúrgica termina con un himno proveniente seguramente de la liturgia bautismal de las primeras comunidades. En el primero de los cinco versos encontramos un eco del pensamiento de Pablo respecto al bautismo como incorporación a la muerte de Jesús expuesto en Rm 6,4-8. El tercero hace pensar en las palabras de Jesús: "Quien me niegue ante los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios" (Lc 12,8 s). Tal como aquí se presenta, el himno estructura los versos en una disposición de 2/2/1, esto sirve para ver que, en el verso cuarto, la correspondencia se rompe y no dice que Dios será infiel si nosotros somos infieles. El objetivo es ir a parar a la conclusión que afirma la fidelidad de Dios a pesar de la infidelidad de su pueblo, tema que encontramos repetidamente mencionado en toda la Escritura: Nm 23,19 ; Is 40,8 ; 25,1 ; Tob 14,4 ; Mal 3,6 .
Domingo 28 durante el año
13 de Octubre de 2013
