Comentario a la segunda lectura del 2.º domingo durante el año. C
El capítulo 12 de la Primera carta de Pablo a los corintios empieza hablando de los dones del Espíritu y, así como hay muchos dones, también hay muchos miembros; seguirá el capítulo 13 hablando del don más excelente: el amor y en el capítulo 14 hablará extensamente de los dones de profecía y de lenguas. La primera lectura de este domingo (1 Co 12,4-11) recoge unos versículos del comienzo del capítulo 12 que hablan, como hemos dicho, de los dones del Espíritu.
Pablo trata el tema de los dones del Espíritu o carismas “charisma”. La palabra está relacionada con “charis” que en el nuevo Testamento se suele traducir por “gracia”. Tiene sus raíces en la palabra hebrea “hesed” que en el Antiguo Testamento se usa para hablar del amor entrañable de Dios, su favor y su lealtad. Los griegos a menudo lo utilizaban para referirse al patrocinio (apoyo económico o político). “Charis” comportaba generosidad que requería lealtad por parte del receptor. Hay que entenderlos, pues, como dones o regalos que el Espíritu Santo concede a los miembros de la comunidad cristiana y, a la vez, son una manifestación visible de la presencia del Espíritu y garantizan el buen funcionamiento de la vida de la comunidad. Los corintios estaban muy orgullosos de poseer estos dones sobre todo de los más espectaculares como podía ser el don de lenguas, la glosolalia.
En el versículo 2 del capítulo, Pablo ha recordado a los corintios su paso por el paganismo. Allá pudieron experimentar fenómenos de excitación mística. El carisma que más preocupa a Pablo es el don de lenguas, la glosolalia que consiste en un estado espiritual de éxtasis que se expresa en lenguas desconocidas o extrañas por las personas que las hablan o las escuchan. Era necesaria una interpretación. por eso Pablo incluye en la lista de dones el de interpretar lenguas. Evidentemente las personas que pretendían poseer este don buscaban la aparatosidad en las reuniones de culto de la comunidad. Querían llamar la atención no hacia el Señor sino hacia ellos mismos. Pablo les hace ver que la razón de ser de los dones es el provecho de la comunidad y no la satisfacción personal de quien los recibe. Los dones están destinados al crecimiento espiritual de la comunidad y tienen que estar puestos al servicio del grupo. Por lo tanto no tienen que servir para la gloria personal de quien los ha recibido. Son dones, puro regalo y no se consiguen por méritos personales, ni por deseo del individuo, sino que el Espíritu los da a quién quiere y cuando quiere. Lejos, por lo tanto, de una espectacularidad por parte de unos miembros de la comunidad que con la manifestación de estos dones buscaban ser considerados como personas eminentes y honoradas dentro de la comunidad. Estos miembros aprovechaban las reuniones de la comunidad para hacer una exhibición personal lejos de desear la edificación y crecimiento espiritual del grupo. No es de extrañar que esta situación produjera desórdenes y rivalidades que Pablo se propondrá corregir comparando la comunidad como el cuerpo de Cristo que tiene muchos miembros (1 Co 12,12-30).
Al contrario de la admiración que despertaba el don de lenguas en las reuniones de la comunidad, Pablo quiere resaltar el poco valor de este don comparado con los otros. Lo pone en el último lugar de la lista de los dones. En otras listas de dones ( Rm 12,6-8); Ef 4,11-12) el don de lenguas no aparece.
En el entorno pagano cada divinidad concedía sus dones especiales, por eso Pablo insiste en la procedencia de los dones, todos vienen de un solo y único Espíritu. No se consiguen por méritos personales, ni por una ejercitación, instrucción, formación o entrenamiento personales. Son puro regalo que, como muy bien dice el texto, el Espíritu los da quién quiere, donde quiere y cuando quiere. Esto es importante porque a lo largo de la historia de la Iglesia ha habido una tendencia a asociar determinados dones con el ministerio ordenado excluyendo a los lacios de toda posibilitar de recibirlos y ejercerlos.
Los dones son para el bien de la comunidad. La comunidad es una realidad intrínsecamente vinculada a la existencia de los dones. Sin comunidad los dones no tienen sentido. Hacen falta comunidades como la que fue la comunidad de Corinto para que el Espíritu pueda continuar regalando sus dones cuando quiera, a quienes quiera y donde quiera.
Domingo 2.º durante el año. 19 de Enero de 2025.