En la segunda lectura de este domingo leemos un fragmento del saludo introductorio a la primera carta de Pablo a los corintios. Se ha elegido este fragmento por la clara referencia al regreso de Jesús, tema apropiado en tiempo de adviento y adecuado a los domingos, que abren y cierran el año litúrgico, donde siempre se halla presente una mención a la necesidad de alerta y espera del advenimiento del tiempo definitivo.
Las primeras comunidades cristianas veían el retorno de Jesús y la venida de los tiempos últimos como un hecho muy inminente, pero, a medida que transcurría el tiempo, crecía el enfriamiento y la espera perdía su intensidad. Había que insistir, una y otra vez, en la necesidad de mantener viva la esperanza. El texto muestra que ésta se realiza en un doble movimiento, por una parte, vemos la actitud humana de esperar y, por otra parte, está Dios, agente activo que mantiene firme la espera, todo ello con el afán ser encontrados irreprochables. Pablo recuerda que Dios es fiel (v.9), lo es para mantener firme la esperanza de la comunidad y lo es también para hacer realidad la venida de Jesús al final de los tiempos. Pablo, buen conocedor del Antiguo Testamento, ha captado que Dios se mantuvo fiel con el pueblo de Israel, cumpliendo las promesas hechas con la Alianza y ha rezado muchas veces con las palabras del salmo que dice: "la fidelidad del Senyor dura por siempre "(117,2). Si lo fue con Israel, ¿por qué no con el pueblo cristiano?
"El día que vendrá nuestro Señor Jesucristo" (v.8) es el equivalente al "día del Señor" que aparece en el Antiguo Testamento como el día o el momento en que, como dice el profeta Zacarías, el Señor salvará su pueblo (9,16). Con esta cristianización del día de Yahvé se quiere señalar que la venida de Jesús, en tanto que llegada definitiva del Mesías, conllevará un juicio liberador.
No debe pasarse por alto la repetición de términos y expresiones que indican regalo, don, gratuidad: "la gracia que él os ha concedido" (v.4); "Habeis recibido todo tipo de riquezas" (.5); "No os falta ningún don" (v.7); "Os mantendrá firmes" (v.8); "Os ha llamado a vivir en comunión" (v.9). El seguidor de Jesús es lo que es y tiene lo que tiene (la salvación) no por sus propios méritos, sino por don gratuito y generoso de Dios. Pablo desarrollará ampliamente este tema en su teología de la justificación por la fe. Es la fe la que abre el camino hacia la salvación que se percibe y se recibe como don generoso de Dios; las obras, en todo caso, son el resultado indisociable a esta opción de fe. Sólo se entiende esta insistencia en los términos que hacen referencia al don, el regalo ya la generosidad de Dios, si se tiene en cuenta el trasfondo de la teología de Pablo, donde prima que no son los méritos personales los que consiguen la salvación. Hablar de los dones con que Dios ha favorecido la comunidad de Corinto servirá también de preludio a la gran exposición del capítulo 12 donde el apóstol disertará sobre los dones del Espíritu.
"Él que os ha llamado a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor" (v.9). En el capítulo 15 de la carta Pablo hará una férrea defensa de la realidad de la resurrección, pero esta no es una finalidad en sí misma. Resucitar quiere decir que se ha entrado en una nueva forma de vida y aquí el texto indica en que consiste esta nueva forma de vida: la comunión con Jesús. Comunión es un término que indica tener algo en común; participar en algo o algún proyecto en común; hacer comunidad, tener afinidad; intercambio de relaciones o comunicación. Todo ello: esperanza, dones recibidos, venida de Jesús no tiene otra finalidad que la de participar en esta vida de comunión con Jesús, participar de su vida de resucitado.
Domingo 1º de Adviento 30 de Noviembre de 2014