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El evangelio de este domingo (Lc 24,46.53) se puede dividir en dos partes que narran acontecimientos que ocurren en escenarios diferentes. El lugar donde Jesús dirige sus últimas palabras a los discípulos (vv. 46-49) es Jerusalén. El lugar desde donde Jesús es llevado (vv. 50-53) se encuentra fuera de la ciudad, cerca de Betania.



¿Qué importancia tiene este dato, aparte del contrasentido que supondría que Jesús fuera llevad al cielo en un lugar cerrado? Lucas usa Jerusalén para designar la ciudad santa, lugar sagrado, donde está el templo y desde donde se ejerce la autoridad política y religiosa del judaísmo. Si no le quiere dar esa connotación, usa Jerosòlima, en sentido puramente geográfico, tal como la llamaban paganos.



Este dato ayuda a entender el texto cuando dice: "los sacó hasta cerca de Betania". Fuera de dónde? De Jerusalén, de la institución judía, del dominio de la clase sacerdotal y su templo. Jesús ya fue sacado de Jerusalén para ser crucificado en el Calvario. Los discípulos también deberán hacer esta experiencia. A semejanza de Israel, que salió de Egipto para obtener la libertad, los discípulos deberán salir de la sagrada Jerusalén para ser libres de las ataduras del judaísmo. Pedro lo hará cuando sea liberado de la cárcel de Herodes (Hch 12,11). Costará. La prueba está en que, en cuanto Jesús les ha dejado, ellos vuelven al templo, baluarte de la religión judía.



Las dos partes de la obra de Lucas (Evangelio y Hechos de los apóstoles) se notan unidas por elementos, que encontramos al final del Evangelio y al principio del libro de los Hechos. Uno de ellos es la descripción de lo que popularmente llamamos la ascensión. El texto del Evangelio, según el códice Beza es muy sobrio: "se separó de ellos"; otros códices añaden: "y fue llevado al cielo". En el libro de los Hechos la descripción se amplía introduciendo la nube y los dos personajes celestiales.



Es posible que Lucas haya querido plasmar de una manera gráfica las palabras puestas en boca de Pedro: "Exaltado por la diestra de Dios" (Hch 2,33), cuando aplica a Jesús el salmo 110 claramente de exaltación mesiánica. A Fl 2,9 encontramos una expresión idéntica: "Dios le exaltó". Lucas se propone plasmar esto gráficamente, valiéndose de relatos donde un personaje es llevado al cielo. Recordemos que en 2 Re 2,11 se describe Elías subiendo al cielo en medio de la tormenta. El cuarto libro de Esdras, de la literatura apocalíptica, habla de un hombre que vuela por sobre las nubes del cielo (4Esd 13), el libro de Enoc eslavo muestra como su protagonista Enoc es llevado al tercer cielo. Fuentes de inspiración no faltaron a Lucas.



A todo esto hay que añadir la mentalidad mítica, que impera en tiempos de Lucas y que refuerza su construcción literaria. Se creía había un reparto mítico del espacio. El espacio inferior, el sheol, el infierno, era el habitáculo de los muertos. Jesús había salido de él (piedra movida del sepulcro Lc24, 2). El mundo terrenal era el espacio intermedio, aquel donde las cosas se pueden ver y tocar con los sentidos. El espacio superior era el cielo, habitáculo de Dios, los héroes y los justos. Decir que Jesús había subido al cielo implicaba decir que Jesús había adquirido un modo de vida o de existencia que superaba la muerte y escapaba también el control de los sentidos. Entrar en el espacio superior quería decir que, de ninguna manera, la vida y la existencia del personaje que entraba en él estaban acabadas.



Festividad de la Ascensión del Señor

12 de Mayo de 2013

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