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Durante el siglo V a. se unificaron la primera y la segunda parte del libro de Isaías. La primera parte (cc.1-39) caracterizada por amenazas y desgracias se complementa con una segunda (cc. 40-55), que considera las amenazas de la primera "cosa pasada" y proclama el comienzo de algo nuevo: el regreso del exilio. El redactor que unificó las dos colecciones, las enriqueció con otros materiales (cc. 56-66), que enrquecian el libro con un final aún más feliz: la renovación de Jerusalén, convertida en centro de atracción para todos los habitantes de la tierra. Estos materiales añadidos son lo que el consenso mayoritario de los comentaristas ha considerado la obra del llamado Tercer Isaías. En la primera lectura de este domingo leemos un fragmento del tramo final de la obra (Is 66,18-22).



El Tercer Isaías vivió, probablemente, en el siglo IV aC. En posterioridad al tiempo de los profetas Ageo y Zacarías, en unos momentos en que los problemas de la reconstrucción administrativa y religiosa de Jerusalén eran preocupantes. El eje de su pensamiento es que todos los pueblos de la tierra pueden reconocer Yahvé como su Dios.



Podemos ver en el texto de la lectura de hoy una muestra muy clara de este pensamiento. El tono universalista es muy evidente: "Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas" (v.18) "y traeran a todos vuestros hermanos de todas las naciones como una oblación a Yahvé" (v.20) y está reforzado por los territorios que se mencionan , que hacen referencia a lugares muy distantes y diferentes: Tarsis en el sur de España, Put y Lud en África, Tubal cerca del mar Negro y Yaván en las islas del mar Jónico.



¿A qué viene el interés por este universalismo? Puede ayudar a su comprensión tener presente un texto del libro de Esdras (Esd 4,1-5) porque explica que, al ofrecerse los samaritanos a colaborar en la reconstrucción del templo de Jerusalén, fueron rechazados por Zorobabel en favor de los repatriados llegados de Babilonia, pertenecientes a las tribus de Judá y Benjamín. El templo se convertía en privacidad de unos pocos y quedaba lejos de adquirir este uso universalista que reivindica el profeta conocido por Tercer Isaías.



El universalismo se nota en el texto en otro detalle: "Y también de entre ellos tomaré sacerdotes y levitas" (v.21) No todo el que quería, podía ser sacerdote. El rey Salomón estableció que los sacerdotes debían pertenecer a la descendencia de Sadoc, que en las genealogías del primer libro de las crónicas (5,7-34) es considerado descendiente de Aarón. Esto perduró hasta el siglo II aC. dado que, tras el asesinato del gran sacerdote Onias III, sus sucesores ya no fueron descendientes de Sadoc. Si esto produjo gran revuelo, imaginemos sacerdotes que ni siquiera pertenezcan al pueblo de Israel. En cuanto a los levitas bastaba ser de la tribu de Leví. Dicho esto, se entiende la fuerza innovadora de las palabras del profeta cuando proclama que no habrá ningún requisito previo para ejercer las funciones de sacerdote o de levita y que, incluso, las podrán ejercer los que ni siquiera forman parte del pueblo de Israel.



Al profeta poco le importa que estos extranjeros no cumplan las normas de pureza ritual exigidas para acceder al templo, el concepto que él tiene de pureza ritual es muy diferente y también muy universal: "El ayuno que yo quiero ... comparte tu pan con el hambriento .... entonces brillará como el amanecer tu luz "(Is 58,6-8).



Domingo 21 del tiempo ordinario

25 de Agosto de 2013

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