En el evangelio de la octava de Pascua se lee el relato de la aparición de Jesús al atardecer del domingo de su resurrección (Jn 20,19-31). Arropadas en este entorno se encuentran las palabras de Jesús dirigidas a los discípulos, después de la efusión del Espíritu, que en la versión del leccionario litúrgico y la BCI nos vienen en una traducción teológicamente muy elaborada con el añadido de que la posibilidad de no perdonar se presenta difícilmente compatible con el episodio del perdón a la mujer adúltera, insertado en el mismo evangelio de Juan. Si Jesús perdonaba lo que parecía imperdonable, por qué faculta a los discípulos a no perdonar los pecados?.
Los verbos que entran en juego en las palabras de Jesús son "afiêmi" y "krateô". Son dos verbos de significado distinto pero que han recibido una misma traducción: perdonar, si bien "krateô" en algunas versiones se traduce por retener, traducción más ajustada al sentido general del término.
El verbo "afiêmi", siguiendo las orientaciones de Miguel Gallart, en el lenguaje ordinario adquiere el significado de, tirar, soltar, dejar escapar, proyectar, emitir, abandonar. Aplicando este significado al contexto teológico de los pecados, "afiêmi" significa soltar los pecados; mediante una acción de fuerza, tirarlos fuera del pecador, o bien dejar que los pecados se vayan y abandonen al pecador. Éste queda, entonces, libre del pecado y pierde la condición de pecador.
El sentido general y ordinario de "krateô" es el de dominar, reinar, ser fuerte, ser poderoso, ser dueño, ordenar, indica que una persona o cosa se mantiene agarrada, sin soltarla, privándole toda posibilidad de acción y operatividad. En consonancia con este sentido general, en el lenguaje teológico y en el contexto de los pecados "krateô" significará: tener dominio sobre el pecado, ser más fuerte que el pecado, ser su dueño. Indicará, por tanto, que los pecados se tienen agarrados, de tal modo que no se pueden mover, no pueden tener actividad propia. Los pecados están, pero es como si no estuvieran y de ello el pecador sale beneficiado.
Con lo dicho, se puede ver que, cuando se analizan las acciones de "afiêmi" y "krateô" sobre los pecados, estos verbos no son contrarios, sino complementarios. Dos maneras de decir el perdón de los pecados: una manera de perdonar es separar los pecados del pecador, entonces cesa su presencia y acción sobre el hombre, es como si los pecados no hubieran existido nunca. Otra forma de perdonar es ejercer una acción de fuerza sobre los pecados, neutralizando su operatividad, se desactiva su fuerza.
"Afiêmi" y "krateô" pueden significar la misma idea. El don del Espíritu, que los discípulos reciben de Jesús, les confiere la capacidad tanto de alejar los pecados como de desactivar su fuerza. El Espíritu libera a la persona del poder adverso al mensaje y proyecto de Jesús con un doble método: ahuyentando ese poder o bien dominándole.
El gesto de Jesús de alentar sobre los discípulos recuerda el gesto creador de Dios, que sopla sobre el hombre, otorgándole el aliento de vida. El Espíritu creador, que planea sobre las aguas (Gn 1,1-10) de los inicios es aquí presente para poner en marcha la nueva creación, que se ha iniciado con la resurrección de Jesús. Si en el relato de la creación de Génesis, de la separación de las aguas surge el orden y de la contención la aparición de los continentes, aquí el Espíritu. con la separación del pecado presenten en el hombre o su contención, hace surgir una nueva creación, la que se inaugura con la resurrección de Jesús.
Domingo 2 º de Pascua
7 de Abril de 2013
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