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Torre Lago de Puccini (Lucca, Toscana). Verano 1998. Acudo a este lugar donde Giacomo Puccini tenía una casa como lugar de trabajo para la composición de sus óperas. Asisto con una pareja italiana joven a la representación de Turandot en el Gran Teatro all'Aperto, es decir al aire libre o como dicen en Italia soto le stelle (bajo las estrellas). Esta obra fue la última que compuso y que dejó inacabada. La completó Franco Alfano con un dueto y un final. El libreto corrió a cargo de Giuseppe Adami e Renato Simoni. Se trata del testamento musical del gran compositor.
Turandot es la hija del emperador Altoum de China. Un mandarín recuerda que la princesa «esposa será de aquel que, siendo de sangre real, desvele los tres enigmas que ella le proponga.» ¿Qué ocurre si un pretendiente no acierta? Se le cortará la cabeza. Es decir, el resultado no es indiferente. Te juegas la vida. Un príncipe desconocido resuelve los dos primeros enigmas. El tercero se formula así: «El hielo que quema, ¿qué es?». El príncipe acierta al responder: «Turandot». Es decir, una princesa gélida que hace arder la pasión de sus pretendientes. No obstante, ella no acepta casarse con él. El príncipe desistirá de su empeño si ella descubre cuál es su nombre. Turandot tiene tiempo para averiguarlo hasta que llegue el alba. Mientras, él canta la famosa aria: Nessun dorma [Que nadie duerma] con la convicción de vencer cuando la luz del día ilumine el horizonte. Turandot descubrirá que el príncipe Calaf se convierte en su amor.
Compagino la fruición de la música, que posee un altísimo nivel, con las reflexiones profundas que surgen de una trama donde se bascula entre la vida y la muerte. Se agolpan en mi mente una serie prolífica de pensamientos, tales como vivir es arriesgar. Solo puede ganar quien está dispuesto a perder. Se trata de vivir a fondo, con entrega y compromiso. Hay que estar vigilante y no quedarse adormilado. Es necesario afrontar los enigmas para encontrar el sentido de las cosas. Cuanto más oscuro es el entorno inmediato, con mayor claridad se observa el titilar de las estrellas y la vista alcanza mayor lejanía. En la espiritualidad, la noche oscura del alma anticipa una nueva aurora. Solo el amor es capaz de convertir un corazón de piedra, helado e insensible, en un corazón de carne. La capacidad amorosa otorga plenitud a la existencia humana. La gran transformación de la princesa va en esta línea. El príncipe Calaf se convierte de extranjero desconocido en el gran amor de Turandot. Puccini nos adentra en el mundo de la belleza musical y abre la sed de infinito.
El 24 de noviembre de 2024 se celebró el primer centenario de la muerte de Puccini, ocurrida en Bruselas. El Auditori de Barcelona ofreció un concierto de la Banda Municipal de la ciudad en homenaje del compositor toscano. Interpretó Suite simfònica de l’ópera Turandot con arreglos de Christiann Janssen. Para el gozo del público, se acabó con Nessun dorma. Una aria, siempre vibrante, que entreteje en mi caso recuerdos tan distantes como inolvidables.
 

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