Sentado en un banco de la capilla del convento de San Damiano, cerca de Asís, contemplo una reproducción del famoso Cristo crucificado. El entorno propicia el sentido de la intimidad, nutrido por la belleza y la pequeñez. Antes de llegar, quedo embebecido por la magia de los colores otoñales que brotan de una vegetación abundante. La famosa cruz representa una radiografía de la vida de Jesús. Hay dolor y muerte, pero no constituyen la última palabra. Realizo un ejercicio de regreso al pasado, hasta llegar a la infancia del crucificado, motivo esencial de la Navidad, fiesta que hoy celebramos. Existe la tendencia a edulcorar el pasado. Pese a ello, intento sumergirme, como en un viaje por el túnel del tiempo, en las claves evangélicas de la infancia de Jesús, una infancia nada fácil: marginación, persecución, huida, pobreza… Jesús, esencia pura, no se deja salpicar por estos acontecimientos que, a cualquiera de nosotros, nos marcarían negativamente. No hay un pasado idílico, sino una vivencia que trasciende los límites de la situación concreta, difícil, dura, desde la misma genealogía que presentan Mateo y Lucas. Entre los dos se observan grandes diferencias, atribuibles a los destinatarios de sus escritos, pero no pretenden esconder en la lista nombres de dudosa reputación, de reconocidos personajes nada recomendables, como los bastardos Farés y Salomón. Se incluyen cuatro mujeres, hecho poco frecuente en las listas de la época. Tamar, que se presenta como una cortesana, y Rajab, prostituta de profesión. Se recuerda que Salomón fue engendrado por David de la mujer de Urías, subrayando así el crimen y el adulterio del rey. No se purifica la lista. No hay engaño ni maquillaje.
En el triángulo familiar de Jesús, no faltan hechos dolorosos y traumáticos, pero existe amor y espiritualidad. No se dejan apresar por los acontecimientos, pese a que los viven a fondo. La biografía es una referencia, pero no tiene por qué ser una prisión. En ningún caso Jesús se muestra como víctima inevitable de un pasado traumático. Así se entiende mejor la frase de la carta a los Hebreos: “Él ha sido probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado” (4,15). ¡Feliz Navidad a mis lectores! Sin edulcorantes.