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Wilkie Au se pregunta en su libro The Enduring Heart: Spirituality for the Long Hau [El corazón duradero. Espiritualidad a largo plazo]: «¿Estoy enraizado o atrapado?» Dos situaciones muy distintas. Enraizar implica echar raíces, arraigar en el ser, asegurar un proceso nutritivo que permite el crecimiento, la seguridad, la fortaleza como humanos. Se trata de una tarea esencial sin perderse en menudencias. Hundir las raíces en el sentido de la vida y de la existencia a través de la verdad, el amor y la libertad. Estar atrapado se relaciona con la trampa, el engaño, la pérdida de libertad, quedar agarrado o cogido. Las fuerzas que atenazan y que impiden ser uno mismo son diversas. Atrapan las heridas sin curar que conducen a la venganza o al resentimiento, los duelos sin esperanza, los miedos que paralizan, las pasiones que dominan… El ego produce estragos cuando consigue asfixiar el ser. Cuando uno entra dentro de sí mismo, la pregunta vuelve una y otra vez: «¿Estoy enraizado o atrapado?»
La primera tarea para una persona atrapada es ser consciente de su situación, darse cuenta. No es fácil porque considera como normal su falta de libertad, su existencia aprisionada, más aun si lleva años viviendo de este modo. Acaso necesite un impacto. Los golpes de la vida duelen, pero a veces son necesarios para despertar. La segunda tarea consiste en deshacer los nudos que atan, desactivar las amenazas, romper los grilletes… Trabajo arduo y doloroso, no exento de sufrimiento. Detectar bien las dificultades, diagnosticar los problemas, aplicar el bisturí si hace falta. Labor psicológica a fondo. La tercera tarea se centra en recuperar las raíces, volverlas a alimentar para que se fortalezcan, para reactivar el ser, para recuperar la verdad, el amor y la libertad. Labor espiritual a fondo. 
Simone Weil, en el ensayo La persona y lo sagrado, escrito pocos meses antes de su muerte ocurrida en agosto de 1943, afirma: «Solo la luz que mana continuamente del cielo proporciona a un árbol la energía para afianzar profundamente en la tierra la pujanza de sus raíces. El árbol está realmente enraizado en el cielo. Solo aquello que viene del cielo es susceptible de imprimir realmente una huella sobre la tierra». La encarnación de Jesús es su mejor reflejo. Enraizarse exige una dinámica donde no todo se reduce a lo que se ve, porque la energía espiritual proviene del cielo. El abrazo entre psicología y espiritualidad facilita el hecho de dejar de vivir atrapado a la vez que se hunden las raíces en las entrañas del ser. De esta manera se transita del ego a la esencia, de la mentira a la verdad, del egoísmo al amor, de la esclavitud a la libertad. El resultado, tarde o temprano, llega. Se experimenta así el vigor de la vitalidad y la plenitud de la belleza. La pregunta persiste: «¿Estoy enraizado o atrapado?» La felicidad personal está vinculada al acierto de la respuesta.

 

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