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Catalunya Religió
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Galeria d'imatges

Josep Gordi –CR En la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona hay dos exposiciones donde la espiritualidad está muy presente. Se trata de 'Tàpies. La huella del zen' y 'Chiharu Shiota. Cada uno un universo' que se pueden ver hasta el 26 de junio. Visitarlas es una oportunidad que demuestra  que el arte es espiritual, puesto que nos conecta con las cuestiones más profundas y elementales de nuestra existencia.

La muestra de obras de Tàpies es una selección de las telas que estuvieron influenciadas por los trabajos y escritos de los monjes budistas zen de Japón. El budismo zen llegó a este archipiélago proveniente de Corea y China en el siglo XII y llegó a convertirse en una religión predominante que condicionó el arte de los jardines de los templos, las cerámicas, las caligrafías y los poemas.

Recordemos que esta tradición espiritual evolucionó del budismo que buscaba la iluminación como resultado de un camino interior y personal, donde era necesario eliminar el deseo para poder superar el dolor que la vida lleva implícito. El zen, además, promovía la liberación de la mente de cualquier pensamiento para dejarla en calma y centrar así toda la atención en los gestos cotidianos de cualquier momento y lugar. Estas prácticas cuajaron rápidamente en el Japón de los samurái donde la disciplina, la lealtad y el servicio eran los fundamentos de la sociedad.

Los principios del budismo zen fueron importantes hasta la llegada del período Edo (1600-1868) y, a partir de ese momento, los postulados de Confucio tomaron el relevo. Como resultado de este cambio las manifestaciones del budismo zen quedaron relegadas a la esfera monacal, donde la caligrafía y la pintura se convirtieron en formas de meditación artística. Se trataba de obras de gran simplicidad, donde el color apenas existía y las gradaciones del negro tomaban todo el protagonismo. Había mucha concentración para ejecutar el trazo del pincel, donde la mente no debía intervenir y donde se eliminaba la distancia entre el sujeto y el objeto. Muchos de los monjes artistas tomaron los pinceles en los últimos años de su vida, es decir, en el momento de máxima madurez espiritual. El budismo también se difundió a partir de los libros, como el Libro del té, de Okakura Kakuzo (1862-1913) o El zen en el arte del tiro con arco de Eugen Herrigel (1884-1955).

NO PUEDE AFIRMARSE QUE ANTONI TÀPIES FUERA BUDISTA, PERO LOS PRINCIPIOS DE ESTA TRADICIÓN ESPIRITUAL AYUDARON A CONFORMAR SU VISIÓN DEL MUNDO

La apertura de Japón a partir de 1868 promovió el conocimiento en Europa y Estados Unidos de las diferentes manifestaciones artísticas de ese archipiélago. Por ejemplo, si visita los jardines y la casa-museo de Giverny donde vivió y trabajó Claude Monet encontrará el puente japonés en el jardín y dentro de la casa numerosas reproducciones de los famosos Ukiyoe. Aparte de los impresionistas la influencia del arte de Japón también llegó a muchos otros pintores como Joan Miró, considerado por Tàpies como uno de sus maestros.

Precisamente el contacto de Antoni Tàpies con el budismo se inicia con la lectura del Libro del té publicado en catalán durante la República y de los poemarios de haikus que ponían su énfasis en la vida cotidiana. El budismo le ofrecía una base filosófica como persona y artista. No puede afirmarse que Antoni Tàpies fuera budista, pero los principios de esta tradición espiritual ayudaron a conformar su visión del mundo y del arte.

El conjunto de obras de esta exposición se caracterizan por retorno al trazo del pincel, dejando en segundo término la materia e incorporando elementos cotidianos como la huella, puesto que Buda pidió que no se le representara en su forma sino a partir de los rastros que había dejado en vida.

Las preguntas de la condición humana a través del arte

En el último nivel de la Fundación se encuentra la obra de Chiharu Shiota (Osaka, 1972). La prenda más espectacular es una construcción de 50 kilómetros de hilo rojo que se ha tejido entre paredes, techo y sillas. Trabajaron nueve personas a lo largo de 190 horas y cuando se desmonte desaparecerá.

Por tanto, se trata de un arte efímero que en torno a un hilo rojo que crea un ambiente poético que favorece la reflexión personal hacia nuestra experiencia en el mundo y la relación con los demás. La misma autora dice: "Antoni Tàpies y yo compartimos un mismo interés en plantearnos las grandes preguntas de la condición humana a través de nuestro arte, y hacerlo a partir de objetos normales y cotidianos".

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