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UN LUGAR PARA VIVIR
La primera de las lecturas de la vigilia pascual recoge el primero (Gn 1,1-2,2) de los dos relatos sobre la creación del mundo que encontramos al inicio del libro del Génesis. Es un texto que tiene sus inicios en la escuela sacerdotal que comenzó a elaborarlo durante el exilio de Babilonia y tomó forma definitiva ya en el tiempo del post exilio. Más que un relato es un poema muy trabajado, con una carga teológica muy densa y no tiene ningún detalle que sea superfluo. Aunque en su trasfondo haya una cierta visión científica del mundo y del universo propia de la época, el relato no pretende ser tratado científico que explique el origen del mundo.
Las primeras palabras son el título del poema "En el principio Dios creó el cielo y la tierra". A partir de esta afirmación se despliega un proceso progresivo que irá explicando detalladamente cómo se hace realidad esta creación. La fe en la creación es un tema más bien marginal en la religiosidad de Israel. El tema central de su profesión de fe es creer en un Dios liberador que está al lado de su pueblo a lo largo de la historia. Antes de la fe en la creación está la fe en la elección y la salvación. La creación es sobre todo un acto salvador en cuanto se trata de pasar del caos al orden.
La creación no es la explicación del comienzo de la materia. Dios no crea de la nada, un concepto ajeno al pensamiento de Israel. Dios separa y ordena. Dios somete el caos a su voluntad creadora y esto es el anuncio de lo que sucederá con Israel. Sometiendo los pueblos idólatras, configurará el pueblo de Israel como su pertenencia privilegiada. Decisiva es la separación de las aguas y la aparición de un espacio seco. Hay que ver en ello la bondad de Dios que separa y protege un espacio rodeado por todos lados de las aguas caóticas representantes de lo que es hostil a Dios. Marca las fronteras que no pueden traspasar. Con la creación, el caos persiste, lo único que ha sucedido es que el caos ya no es el dueño de todo lo que existe. Se mantiene como peligro permanente de que todo lo que existe sea engullido por él. Dios ha creado un espacio en el que Israel pueda llevar a cabo su existencia.
Cuatro verbos tienen en el texto un significado denso y fuerte. Crear (bara). Indica la acción de Dios como creador. El sujeto de este verbo siempre es Dios y nadie más. Hace pensar en la imagen de un soberano poderoso que promulga un decreto desde su trono, da la autorización y en el mismo instante se produce la realidad que él ordena. El verbo hacer (yasar) lleva a la imagen de un alfarero que trabaja la arcilla. Muestra Dios implicado activa y materialmente en la creación. Sugiere la posesión y los derechos de propiedad sobre el producto trabajado. El verbo gritar o dar nombre (qara). Dar nombre es llamar a la existencia porque no tener nombre equivale a la muerte y la desaparición. Los reyes tenían el privilegio de imponer nombres, Dios como Señor del universo ejerce este derecho que posteriormente será compartido con el ser humano creado. El verbo bendecir (bara) tiene un sentido que va más allá de un deseo agradable. Expresa más bien la concesión por parte de Dios de una fuerza vital relacionada con la generación, el nacimiento y la reproducción.
Cuando ha sido hecho un espacio habitable con todos los animales y las plantas, llega el momento de poblarse mediante la creación del hombre y la mujer. El verbo crear toma, con la creación del ser humano, la plenitud de su significado. Podríamos decir que la creación del cielo y la tierra no es otra cosa que la preparación de un habitat apropiado para el ser humano. Que sea creado a imagen de Dios quiere decir que está dotado de una dignidad comparable a la dignidad de Dios y que la posee a diferencia de todas las otras cosas creadas.

Vigilia Pascual. 27 de Marzo de 2016

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