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Por Ramon Bassas .
Tiene la razón la Maria Escalas cuando escribe esto . Detrás del odio a los curas oa las religiones acabaremos por tirarlo todo por la borda. Pero yo añadiría dos cosas más, que ya medio apunté hace poco. Una, no es sólo por razones económicas o sociales las que justificarían la protección estatal, en forma de subvenciones, por ejemplo (es decir, lo que falta de lo recaudado por la cruceta a lo acordado con el Gobierno ... socialista). También lo es porque las religiones, a pesar de todos los que las pervierten, es un bien público. Ciertamente, tienen formas extrañas (los rituales, por ejemplo, o los símbolos) en una sociedad cada vez más refractaria al lenguaje no racionalista (que confunde incluso la sexualidad -tan valorada- con un problema médico o atlético, por ejemplo). Y que la dimensión trascendente no pasa exclusivamente por las religiones, como exlicar muy bien a el último libro Ramon Maria Nogués. Pero la capacidad que tenemos las personas para tratar de relacionarnos con lo que da sentido a las cosas ya nuestra vida, a través del camino que propone cada tradición religiosa, por ejemplo pero no en exclusiva, otorga a las personas una calidad que va bien proteger. Sí, con la Iglesia hay una amplísima red de apoyo a los más desvalidos que es absolutamente necesaria para eso que llamamos 'cohesión social'. Pero me atrevería a decir que lo más relevante es la relación que unos y otros hay establecen. De ello habla muy bien Benedicto XVI en su primera encíclica (véase post).
Dos. Esta reflexión que he hecho no es sólo para cristianos, lo es por el conjunto de la sociedad. Vargas Llosa, agnóstico declarado, ha dicho en más de una ocasión que las sociedades con más creyentes son mejores que las que tienen menos ... pero no lo sé, no es una cuestión de estadística. Digo que no es para creyentes católicos. Los católicos creo que haríamos bien, una vez hemos advertido de qué puede pasar si de golpe se dejan de financiar ciertas actividades religiosas, en proclamar que lo que nos mueve va mucho más allá de aquí. Que podemos igualmente ser creyentes, y ser solidarios, y ser lo que queráis sin ningún apoyo del Estado (el catolicismo es hoy la religión más perseguida en el mundo, y por los estados). Quién perderá, sobre todo, es la sociedad, no la religión, por decirlo de algún modo.
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