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Comentario en la primera lectura del primer domingo de Cuaresma. A

La primera lectura de este domingo recoge dos fragmentos del libro del Génesis (2,1-9. 3,1-7a); son muy conocidos, el primero narra la creación del hombre y la preparación del paraíso; el segundo la transgresión de la mujer víctima de la seducción de la serpiente. Nos detendremos en algunos detalles presentes en estos dos textos.

Dios moldeó al hombre con polvo de la tierra y le infundió el aliento de vida. "Nefesh" es el término hebreo que aquí aparece traducido por aliento de vida, también se traduce por alma en las biblias griegas y latinas pero no hace justicia a la riqueza de significado que tiene el término en hebreo. La tentación de traducir “nefesh” o su sinónimo “neshama” por alma en el sentido de la filosofía griega es grande. Según ésta, alma es una realidad distinta del cuerpo, incluso opuesta a todo lo corporal; el alma es inmortal, sutil, invisible, buena; el cuerpo malo es mortal, concreto y visible. En todo caso la contraposición que presenta el texto es la distinción entre un cuerpo sin vida (el polvo moldeado) o un cuerpo con vida (el polvo que ha recibido el “nephes”). Es un término fundamental en la antropología del Antiguo Testamento. Cuando hablamos de “nefesh” debemos considerar al ser humano como una totalidad en la que no hay cabida la separación alma y cuerpo.

“Nefesh” significa garganta, es el órgano del cuerpo humano que sirve para coger aliento e inversamente tiene que ver con soplar, respirar, resoplar. Es el órgano donde se localizan las necesidades elementales de la vida, comida, bebida, respiración, por eso acaba significando que se está vivo. Si uno tiene “nefesh” está vivo y si no lo tiene se muere (1 Re 17,22; Ez 37,14). Si Dios retira su aliento, el ser humano va a parar a una materialidad sin vida (Sal 104,29).

Llama la atención la presencia de dos árboles en el jardín. Normalmente en las mitologías de la antigüedad era el árbol de la vida lo que estaba en medio del jardín que, a su vez, estaba en el centro del mundo. Era el árbol donador de vida y de inmortalidad y que para conseguirla era necesario superar un sin fin de obstáculos. Sin embargo, lo que toma protagonismo en el relato es el árbol del conocimiento del bien y del mal. En Gn 3,3 la mujer lo sitúa en medio del jardín y es el árbol del que no pueden comer sus frutos.

La serpiente desvía el miedo a la muerte y enfoca la atención hacia la consecución de una aspiración típicamente humana: poseer una sabiduría que es propia de Dios, el conocimiento del bien y del mal. El ser humano no puede decidir por sí mismo lo bueno y lo malo, necesita la norma, la ley que le indique lo bueno o malo. Esto le sitúa en un plan de inferioridad respecto a la divinidad, es ella quien sabe lo que es bueno o malo; la divinidad no necesita normas, en todo caso las pone. Tener el conocimiento del bien y del mal situaría al hombre y la mujer al mismo nivel de la divinidad, por eso dice el texto: “sereis como dioses”. La serpiente es el más astuto del animal porque toca lo que más duele al ser humano la humillación que representa no ser como un dios.

El hombre y la mujer quieren ser como dioses para obtener el conocimiento pero el único conocimiento que van a conseguir es el de darse cuenta de su propia condición humana pobre y limitada porque se darán cuenta de que van desnudos.

El hombre y la mujer comen el fruto del árbol del conocimiento. Dios ha dicho que si lo hacen morirán. No morirán de inmediato. Al ser expulsados del jardín tienen prohibido el acceso al árbol de la vida y tarde o temprano morirán. Visto así, los dos árboles se complementan y se deshace la sorpresa que puede originar su presencia en el relato del jardín.

Domingo 1º de Cuaresma. 26 de Febrero de 2023.

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