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Las guerras, crímenes y tragedias que no nos dejan dormir este verano (Ucrania, Irak, Gaza, Siria ... epidemia del ébola ... migraciones masivas desesperadas ...) deberían ayudar a comprender finalmente el extrema necesidad que tiene la comunidad internacional de constituir una autoridad o autoridades políticas mundiales.

Es insoportable ver nuevamente estos días como se impone en las relaciones internacionales la arbitrariedad de los propios intereses (¿alguien puede explicar de forma coherente por qué se sanciona a Rusia por colaborar con los separatistas ucranianos pro-russsos, mientras se mantiene alianza con un Gobierno como el de Israel que ha asesinado en Gaza a más de 400 niños y otros cientos de civiles?). Es insoportable ver cómo los africanos mueren de ébola en la calle y se disuelve el sistema sanitario de algunos países, (mientras nuestras magnificas instalaciones de aislamiento permanecen vacías), o cómo intentan traspasar las fronteras para huir de la guerra y la miseria que desangra sus países, mientras otros continuamos viviendo en una abundancia indecente ..... Es insoportable ver cómo, por más informes que se publiquen, los gobiernos siguen sin tomar medidas drásticas para poner fin a los abusos sistemáticos contra la naturaleza, hasta llevarla peligrosamente contra sus límites ...

Es ya desesperadamente urgente que los gobiernos acepten de una vez la necesidad de iniciar un proceso multilateral, sobre la base de la reforma de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, de cesión de poderes a autoridades supranacionales. Unas autoridades que dispongan de la capacidad nececesaria para gobernar en muy diversos ámbitos este mundo de globalización descontrolada, sometido a la ley salvaje del más fuerte. Hay que superar, en definitiva, los paradigmas imperantes en el Derecho internacional todavía secuestrados, a pesar de algunos avances, por el principio contractual entre los Estados.

Necesitamos autoridades supranacionales (no simplemente asociaciones de Estados, ni organismos que se deben a los Estados ya sus intereses) que, con medidas vinculantes y coactivas, velen eficazmente por la paz y la seguridad, que promuevan verdaderamente la resolución de los conflictos armados, que protejan seriamente los derechos humanos, que gobiernen la economía y las finanzas mundiales, que ordenen las migraciones, que promuevan el desarrollo de los países más pobres, que aseguren la preservación del medio ambiente y la biodiversidad ...

De hecho, se trata de dar pasos adelante y más decisivos en el proceso iniciado con la creación de la Naciones Unidas, pero que se ha quedado en un punto terriblemente insuficiente. Así, vemos impotentes cómo el Consejo de Seguridad queda casi siempre frenado por los intereses de los países con derecho de veto, o cómo los Estados más fuertes imponen su ley o se mantienen en su egoísmo, porque prima siempre el interés nacional (o electoral) a corto plazo.

No hay que resignarse a esta situación. Debemos exigir que se dote de poderes políticos y jurídicos, debidamente regulados y bajo control democratico, a organismos ya existentes pero inoperantes (por ejemplo, atribuir poderes supraestatales al Secretario General de Naciones Unidas o al Consejo de Derechos Humanos, ampliar la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional o del Tribunal Internacional de Justicia ... etc).

Es evidente que estamos muy lejos de este objetivo, que los obstáculos y poderes que se oponen son enormes, que los mismos gobiernos y poderes fácticos mundiales (especialmente los más fuertes) no tienen ningún interés o lo frenan ... Y, desgraciadamente, esta es una cuestión casi ausente del debate público y social, totalmente inexistente en la agenda política de los partidos.

Pero esta es seguramente una de las grandes utopías por las que hay que luchar hoy, en la esperanza de que (como ocurrió con otras exigencias de justicia y de paz en la historia), pueda hacerse realidad algún día. Para ello es necesario que la opinión pública mundial, harta del desgobierno y consciente de que la situación es insostenible, termine reclamando que se inicie este proceso a sus gobiernos. Y esto requiere una movilización social enorme, que deberíamos empezar a promover hoy.

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