Sun Tzu, general chino y pensador del siglo VI a. C., es el autor del libro El arte de la guerra. Este texto antiguo ha sido leído atentamente a lo largo de la historia, especialmente por los gobernantes y los militares, para planificar sus batallas. No propone una exaltación de la guerra, óptica que cualquier lector debe excluir. La guerra es peligrosa y costosa. Por tanto, se considera como último recurso. Es preferible la victoria sin violencia: «Evitar la guerra no es signo de debilidad, sino de habilidad». La diplomacia y la prudencia son preferibles.
Actualmente, este libro es objeto de lectura y reflexión meticulosa por parte de políticos y de altos directivos de empresas, inmersos a menudo en la confrontación y el conflicto. Unos buscan captar el voto de los electores. Otros desean conquistar el mercado. Sus páginas iluminan también el trabajo personal de tanta gente que combate el ego desde el punto de vista psicológico y espiritual. Creo que Sun Tzu da una clave de interpretación útil en todas las circunstancias: «Conoce al enemigo y conócete a ti mismo y, en cien batallas, no correrás jamás el mínimo peligro. Cuando no conozcas al enemigo, pero te conozcas a ti mismo, las probabilidades de victoria o de derrota son iguales. Si a un tiempo ignoras todo del enemigo y de ti mismo, es seguro que estás en peligro en cada batalla». Este principio sobre el conocimiento propio y en el conocimiento del enemigo es fundamental.
En cualquier ámbito de la vida humana (política, empresa, economía, gestión, psicología, relaciones humanas…), estos dos tipos de conocimiento deben ir de la mano. Conocerse a sí mismo sin autoengaños no es fácil. Conocer el enemigo (sea el adversario político, el competidor económico o deportivo o, más aun, el propio ego…) es indispensable. El ego siempre encuentra maneras de alimentarse, de hincharse, de creerse superior a los demás. La falta de conciencia sobre sí mismo y sobre el propio ego como enemigo causa estragos. ¡Cuántas personas que tienen un deficiente conocimiento de sí destrozan su vida (y la de los demás) justamente por esta ignorancia! A veces, parece que ganan porque confunden la fama de sus hazañas con el valor de lo que aportan. No son sinónimos. El precio que se paga lo explica. Hay victorias aparentes que ocultan fracasos profundos.
Esta formación debe ser atendida en todas las escuelas de la vida. El factor humano es imprescindible. A menudo, se cree que con la preparación profesional y los recursos tecnológicos es más que suficiente. Basta dar una ojeada a líderes del mundo como Trump y Putin para apreciar en manos de quién estamos. Suenan demasiado fuerte los tambores de guerra porque no dejan escuchar el susurro de la paz. Los impulsos del ego son tan desmesurados que impiden el lenguaje de la diplomacia y de la fraternidad. La auténtica batalla pasa por el corazón de las personas. No hay que olvidar que, en el santuario interior de cada uno, hay semillas de paz y de amor.
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