Las dudas
Hace unos días, el párroco de mi parroquia me propuso ser catequista. Normalmente necesito meditar estas decisiones con profundidad. Primero hablé un buen rato con el párroco y a continuación decidí hablar con el responsable de la catequesis de mi comunidad.
Tenía muchas preguntas que hacer: ¿cuál es el perfil de los niños?, ¿hay un equipo de catequistas?, ¿existe alguna programación del curso?, ¿qué implica ser catequista?, etc. Algunas de estas preguntas son más importantes que las demás, pero hace tanto tiempo que hice catequesis que me cuesta recordar cómo trabajábamos los diferentes temas.
Sin embargo, si hay algo que recuerdo bien son mis catequistas, muchas de ellas siguen activas en la parroquia. Precisamente es por este recuerdo que creo que tener unos buenos catequistas es esencial. Y esto me hace cuestionarme: ¿soy yo la persona ideal?, ¿yo, que no tengo formación?
El equipo
Todos los años he visto las dificultades que tenía el equipo de catequistas para encontrar gente que sustituyera a los que lo dejaban. Y por las conversaciones que he escuchado en el trabajo y con amigos de otras comunidades, este es un problema bastante común. Y al final, ante la dificultad de encontrar alguien con formación previa, aparece alguien de buena fe que se decide a ser catequista de buena gana.
Como persona que se encuentra actualmente en esta situación, sé que únicamente con ganas e ilusión no bastará para hacer este servicio a la comunidad. Sobre todo si no sé qué tengo que transmitir a los niños, en qué momento o cómo. Pero saber que hay un equipo de catequistas y el párroco, todos dispuestos a ayudarme y formarme, hace que me sea más fácil hacer frente a las propias carencias.
¿Tendrán las demás personas de buena fe la misma suerte?
Maria Guarch