En la segunda lectura de este domingo leemos un fragmento de la primera carta a Timoteo (1 Tm 2,1-8 ). En el texto se pueden reconocer tres partes: 1) la oración por las autoridades ( vv. 1-4), 2) la afirmación de que sólo hay un Dios y también que sólo hay un mediador, Jesucristo ( vv. 5-6), 3) la referencia de la misión de Pablo a los paganos ( vv.7 -8 ).
En el ruego de orar por las autoridades encontramos los antecedentes de las oraciones de los fieles, que en nuestras celebraciones eucarísticas, rezan por los gobernantes. La indicación permite pensar en la situación de las comunidades cristianas por lo que atañe a sus relaciones con las autoridades romanas. En el momento de redacción de la carta, inicios del siglo II, se habían producido persecuciones de carácter local (la de Nerón en los años 64-68 es la más conocida), no se habían producido las de carácter general en todo el imperio. Los problemas más graves los había originado el culto al emperador. En todo el imperio se quemaba incienso y se hacían ofrendas ante la imagen del emperador. Algunos de ellos habían exigido que se les considerara auténticos dioses: Calígula y Domiciano, que reinó del 81 al 96 y se otorgó los títulos de dios y señor . El culto al emperador pretendía ser una factor de unidad en todo el imperio, construido con un mosaico de pueblos muy diferentes y etnias muy variadas.
Las comunidades cristianas no ponían en cuestión el principio de autoridad. En otros textos del Nuevo Testamento se ve reconocida la sumisión a la autoridad (Rm 13,1 y 1 Pe 2,13). Cabe la posibilidad de cierta sintonía con el judaísmo que consideraba los gobernantes instrumentos de la acción de Dios ( Is 45,1-8 ). Que fueran sus perseguidores no impedía rezar por ellos, dado que el mismo Jesús lo había dicho (Mt 5,44) y existe textos de Pablo que hablan de bendecir a los perseguidores ( Rm 12,14 y 1 Cor 4,12 ). Lo que no podían aceptar de ninguna manera era admitir el culto al emperador en tanto que suponía incluir este entre las tantas divinidades estatales. La no aceptación del emperador como un dios y el rechazo a su culto se compensaba con la oración y con ello se pretendía favorecer que las comunidades cristianas pudieran llevar una vida tranquila y serena (v.2).
Para evitar malentendidos en cuestión de competencias divinas, siguen en el texto dos afirmaciones: Hay un solo Dios y hay un solo mediador. Ante la multiplicidad de dioses de la mitología grecoromana, ante las pretensiones divinas de los emperadores, se afirma la existencia de un único Dios. Es un Dios universal y en tanto que universal, neutraliza las pretensiones de cualquier otro dios o del emperador. Esta universalidad garantiza la salvación para todos los hombres: "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad " (v.4). Esta universalidad está muy presente a lo largo de la lectura litúrgica . Vuelve a aparecer cuando se dice que Jesús se dio como rescate para todos los hombres (v.6) o cuando se dice que "los hombres oren en todas partes y que puedan levantar unas manos puras " (v.8). La salvación de Dios llega por medio de Jesucristo, único mediador. Que nadie piense en Moisés intermediario entre Dios y el pueblo ( Ex 32,11-30 ; Lv 10,11 ; Gl 3,19-20 ), ni en el emperador, intercesor ante los dioses para que estos garantizaran para el imperio la paz y la prosperidad.
El texto de la primera carta a Timoteo presenta Pablo como si fuera el autor de la carta. Para hacer verosímil esta propuesta se menciona la figura del apóstol, haciendo una afirmación contundente y rotunda sobre su tarea de instrucción a los paganos. Esto enfatiza el tono universal del texto. La salvación universal, que viene de Dios, ha llegado a los paganos gracias a la labor de Pau .
Domingo 25 durante el año
22 de Septiembre de 2013
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