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Publiquem aquesta reflexió que recull el treball d'una trobada de bascos i catalans de moviment Pax Romana que es van reunir fa uns mesos al Monestir de Poblet.

PAX ROMANA
ENCUENTRO DE POBLET
REFLEXIONES
El año 2008 realizamos el primer encuentro en el Santuario de Aranzazu, tiempo de trabajo y reflexión que desemboca ahora en este que celebramos en Poblet. Los miembros y amigos de Pax Romana de Calatuña y del País Vasco nos volvemos a encontrar invitados por una cierta manera de seguir a Jesús de Nazaret, que se vertebra en una opción que trata de servir a los pobres poniendo a su disposición la dimensión intelectual y profesional de quienes nos hemos reunido.
En el País Vasco y en Catalunya existe aún un Catolicismo mayoritario en sintonía con el Concilio Vaticano II, aunque envejecido y falto de organicidad y sobre todo de visibilidad pública. Es el que sostiene las Cáritas, un gran número de parroquias y escuelas religiosas. Un catolicismo que, en las órdenes religiosas, sin duda alguna es el mayoritario. En definitiva, un Catolicismo a veces pasivo y otras zarandeado por unos y otros.
Un Catolicismo que no se identifica con la deriva autoritaria de la Iglesia que, referida al desarrollo social, económico y cultural de nuestras sociedades occidentales favorece le desafección de amplios sectores sociales respecto al cristianismo, en especial de los sectores más jóvenes y más cercanos y dialogantes con la sociedad civíl.
Es cierto también que al catolicismo conciliar le ha faltado capacidad comunicativa y un mayor apego “confesante” al Evangelio.
Por otra parte, el Catolicismo más radical y autodefinido como progresista se ha diasporizado, envejecido y ha ido desapareciendo prácticamente de la esfera pública, derivando hacia espiritualidades de corte oriental alejadas de la praxis que exigen las bienaventuranzas. Cuando no haciendo un discurso religioso que expresa más un complejo de inferioridad que el contenido profundo de la fe que le mueve.
Nos encontramos en un contexto social donde las propuestas del Evangelio y del Catolicismo se encuentran en franca minoría. Los valores centrales del Evangelio y la visión básica del mundo propuesta por el cristianismo se hallan en las antípodas de los valores hegemónicos de nuestras sociedades desarrolladas, liberales y materialistas.
Aun así aceptamos participar en este período de transición tratando de no perder el norte de nuestra fe dentro de una Iglesia que, a pesar de todo, sigue siendo una referencia ante el vacío interior.
Asimismo, la imagen pública de la Iglesia parece identificarse con las posiciones más tradicionalistas, excesivamente ligada con una cristiandad del pasado, y vinculada a posiciones políticas identificadas ideológicamente con la derecha más conservadora.
Por ello creemos fundamental recuperar los principios y valores de la doctrina social de la Iglesia que ponen la dignidad de las personas, el bien común y la distribución justa de los bienes en el centro de una propuesta de construcción social.
El contexto cultural y moral de las sociedades occidentales se encuentra en muchos sentidos desorientado. Amarrado a la inmediatez y a la búsqueda de satisfacciones materiales, abonado al relativismo metodológico, sin capacidad de incidir en los procesos científicos y tecnológicos, desbordado por la Sociedad de la Información perdiendo capacidad de discernimiento, parece incapaz de tejer un relato de sentido y de esperanza. Una sociedad que se muestra perpleja ante sí misma.
En este contexto debemos preguntarnos cómo construir “comunidades de carácter”, “comunidades de sentido”, “comunidades cognitivas” para comunicar y visualizar un Catolicismo que sea referente de sentido en nuestras sociedades.
El concepto de Benedicto XVI de la Iglesia como “Minoría creativa” puede aportar elementos interesantes para resituar la relación Iglesia-Sociedad. La Iglesia está llamada a desarrollar un papel de influencia y no de poder en la sociedad.
Para la Iglesia y para nuestra acción de cada día como profesionales e intelectuales, el reto que vivimos se sitúa precisamente en la capacidad de vivir, de discernir y proponer un catolicismo, que sin caer en el “fundamentalismo”, exprese una “radicalidad” de vida, fuente de sentido y de esperanza en nuestros medios profesionales y sociales.
La capacidad de generar una radicalidad de vida y sentido, “comunidad de carácter”, que sea testimonio del Evangelio en el siglo XXI, sin caer en comportamientos sectarios y elitistas, puede que represente nuestro mayor desafío.
Un paso en esta perspectiva es comprometernos a volver a reunirnos en un nuevo Foro, el tercero, en el año 2012, convencidos como estamos de que contribuimos a generar un espacio necesario para la Iglesia: un espacio de libertad y de comunión que, hoy día es el que puede ayudarnos a recuperar el diálogo entre la fe y la razón.
En Poblet, a 24 de octubre de 2010.
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