José Manuel Vidal, periodista
Article publicat el 4 d’octubre de 2008 a El Mundo
Tenía madera de líder y, además, le tiraba lo social. Joan Carrera Planas pudo ser un importante político, pero decidió servir a Dios. Sin olvidarse de los hombres. Siendo ya cura participó directamente en la creación de Unió Democrática y sólo abandonó el partido cuando fue nombrado obispo auxiliar de Barcelona. Para poder ser «obispo de todos y para todos». Y los que mejor lo conocían dicen que lo consiguió con creces.
En el escalafón eclesiástico sólo llegó a obispo auxiliar. No pudo ascender más, por ser demasiado abierto y progresista para los vientos conservadores que soplaban y soplan de Roma. Pero no fue un auxiliar cualquiera. Joan Carrera supo mantener la comunión (el mayor bien de la Iglesia) durante todo el problemático pontificado del cardenal Caries, cuando los sectores del clero más catalanista incluso salieron a la calle para pedir la renuncia del purpurado.
Joan Carrera Planas, de 78 años, falleció ayer en el Hospital de Vall d’Hebron de Barcelona, donde estaba ingresado desde el pasado día 19 de septiembre en estado muy grave, tras sufrir una hemorragia cerebral, que no consiguió superar.
«Se fue con la mitra puesta», como dicen sus amigos en la Ciudad Condal. Había presentado su dimisión hacía ya tres años, al cumplir los 75, pero su arzobispo y amigo, el cardenal Sistach, no se la había aceptado. Consciente de que seguía siendo un pilar esencial de la Iglesia barcelonesa y catalana.
Amable, sencillo, cercano, con capacidad de escucha y, además, inteligente, preparado y con fuerte personalidad. Y experto en medios de comunicación. Una rara avis en el episcopado. Como dice la monja dominica Sor Lucia Caram, «lo tenía todo, pero su bondad, su amabilidad y su compromiso con la gente humilde, a quien dedicó tantos esfuerzos, quedarán para siempre en nuestros corazones».
Joan Carrera Planas nació en Cornellà el 12 de mayo de 1930 y fue ordenado sacerdote el 11 de julio de 1954, a la edad de 24 años. En los años 60 fue destinado al barrio badalonés de Llefià, donde destacó por su talante progresista y su defensa de los principios democráticos. Opositor activo a la dictadura franquista, llegó a ceder su parroquia para un mitin de Marcelino Camacho, cuando CC.OO. era todavía un sindicato ilegal.
En esa época, Carrera y Josep Castaño participaron en la fundación de CDC como miembros de Acció Católica Obrera (ACO), el 17 de noviembre de 1974 en Montserrat. Pero el 16 de julio de 1991 fue nombrado obispo auxiliar de Barcelona por el Papa Juan Pablo II y abandonó la política activa.
Desde entonces sé convirtió en el alma mater de la archidiócesis, apaciguando los ánimos del clero más nacionalista, descontento con el giro conservador que el cardenal Carles imprimía a su pontificado. Hasta que, en mayo de 2000 no pudo aguantar más y dimitió como coordinador de la curia, después de que Carles relevara del cargo al secretario general de la archidiócesis, el jesuïta Enric Puig. Tras la renuncia de Ricard Maria Caries, Carrera siguió siendo obispo auxiliar de Barcelona con el nuevo arzobispo, Lluís Martínez Sistach. El 12 de mayo de 2005 presentó su renuncia al arzobispo, que no se la aceptó.
Hombre de profundas convicciones, se definía como «catalanista», pero no independentista. También fue el hombre clave en la redacción de los documentos del episcopado catalán de los últimos años sobre la fe, la esperanza, la libertad, la solidaridad y el compromiso cristianos. Y sobre todo fue un obispo libre. De los pocos que se atrevía a discrepar en público de las directrices, demasiado conservadoras para su gusto, que salían de la Conferencia episcopal española. Por ejemplo, fue el único prelado español que proclamó públicamente que la Iglesia tenía que pedir perdón por la Guerra Civil.
En Cataluña le lloran los grandes y los pequeños. El abad de Montserrat, Josep Maria Soler, destaca «su capacidad de poner paz, de buscar concordia y de trabajar por el bien y por la comunión en el seno de la Iglesia». El ex president Jordi Pujol le define como «un gran sacerdote» que hizo su contribución política, cultural, religiosa y patriótica catalana «muy inspirado» por su fe religiosa y en el hombre. El secretario general de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, asegura que la muerte de Joan Carrera «deja a la Iglesia catalana y al país con una sensación de orfandad, porque hemos perdido a un pastor de un carisma y un compromiso excepcionales». Y Josep Lluís Carod-Rovira, vicepresidente del Govern, destaca su «sentido de país». Pero también lo lloran los pobres y los humildes, que lo llamaban simplemente «mosén Joan».